Tom Sawyer
www.librosmaravillosos.com
Mark Twain
incierto tesoro; y, como niño que era, decidió dejarse llevar por su inclinación y no
volver a pensar en el cajón de dinero en todo el resto del día.
Tres millas más abajo de la población la barcaza se detuvo a la entrada de una
frondosa ensenada y echó las amarras. La multitud saltó a tierra, y en un momento
las lejanías del bosque y los altos peñascales resonaron por todas partes con gritos
y risas. Todos los diversos procedimientos de llegar a la sofocación y al cansancio se
pusieron en práctica, y después los expedicionarios fueron regresando poco a poco
al punto de reunión, armados de fieros apetitos, y comenzó la destrucción y
aniquilamiento de los gustosos alimentos. Después del banquete hubo un rato de
charla y refrescante descanso bajo los corpulentos y desparramados robles. Al fin,
alguien gritó:
-¿Quién quiere venir a la cueva? Todos estaban dispuestos. Se buscaron paquetes
de bujías y en seguida todo el mundo se puso en marcha monte arriba. La boca de
la cueva estaba en la ladera, y era una abertura en forma de A. La recia puerta de
roble estaba abierta. Dentro había una pequeña cavidad, fría como una cámara
frigorífica, construida por la Naturaleza con sólidos muros de roca caliza que
rezumaba humedad, como un sudor frío. Era romántico y misterioso estar allí en la
profundidad sombría y ver allá fuera el verde valle resplandeciente de sol. Pero lo
impresionante de la situación se disipó pronto y el alboroto se reanudó en seguida.
En el momento en que cualquiera encendía una vela todos se lanzaban sobre él, se
tramaba una viva escaramuza de ataque y defensa, hasta que la bujía rodaba por el
suelo o quedaba apagada de un soplo, entre grandes risas y nuevas repeticiones de
la escena. Pero todo acaba, y al fin la procesión empezó a subir la abrupta