TOM SOWYER Tom Sawyer - Mark Twain | Page 162

Tom Sawyer www.librosmaravillosos.com Mark Twain -Ya lo creo. Era la persona más noble que ha habido nunca. Podía a todos los hombres de Inglaterra con una mano atada atrás; y cogía su arco de tejo y atravesaba una moneda de diez centavos, sin marrar una vez, a milla y media de distancia. -¿Qué es un arco de tejo? -No lo sé. Es una especie de arco, por supuesto. Y si daba a la moneda nada más que en el borde, se tiraba al suelo y lloraba, echando maldiciones. Jugaremos a Robin Hood; es muy divertido. Yo te enseñaré. -Conforme. Jugaron, pues, a Robin Hood toda la tarde, echando de vez en cuando una ansiosa mirada a la casa de los duendes y hablando de los proyectos para el día siguiente y de lo que allí pudiera ocurrirles. Al ponerse el sol emprendieron el regreso por entre las largas sombras de los árboles y pronto desaparecieron bajo las frondosidades del monte Cardiff El sábado, poco después de mediodía, estaban otra vez junto al árbol seco. Echaron una pipa, charlando a la sombra, y después cavaron un poco en el último hoyo, no con grandes esperanzas y tan sólo porque Tom dijo que había muchos casos en que algunos habían desistido de hallar un tesoro cuando ya estaban a dos dedos de él, y después otro había pasado por allí y lo había sacado con un solo golpe de pala. La cosa falló esta vez, sin embargo; así es que los muchachos se echaron al hombro las herramientas y se fueron, con la convicción que no habían bromeado con la suerte, sino que habían llenado todos los requisitos y ordenanzas pertinentes al oficio de cazadores de tesoros. Cuando llegaron a la casa encantada había algo tan fatídico y medroso en el silencio de muerte que allí reinaba bajo el sol abrasador, y algo tan desalentador en la soledad y desolación de aquel lugar, que por un instante tuvieron miedo de aventurarse dentro. Después, se deslizaron hacia la puerta y atisbaron, temblando, el interior. Vieron una habitación en cuyo piso, sin pavimento, crecía la hierba y con los muros sin revocar; una chimenea destrozada, las ventanas sin cierres y una escalera ruinosa; y por todas partes telas de araña colgantes y desgarradas. Entraron de puntillas, latiéndoles el corazón, hablando en voz baja, alerta el oído para atrapar el más leve ruido y con los músculos tensos y preparados para la huida. 162 Preparado por Patricio Barros