Tom Sawyer
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Mark Twain
Capítulo 26
Ladrones de verdad se apoderan de la caja de oro
Serían las doce del siguiente día cuando los dos amigos llegaron al árbol muerto:
iban en busca de sus herramientas. Tom sentía gran impaciencia por ir a la casa
encantada; Huck la sentía también, aunque en grado prudencial, pero de pronto
dijo:
-Oye, Tom, ¿sabes qué día es hoy? Tom repasó mentalmente los días de la semana
y levantó de repente los ojos alarmados.
-¡Anda!, no se me había ocurrido pensar en eso.
-Tampoco a mí; pero me vino de golpe la idea que era viernes.
-¡Qué fastidio! Todo cuidado es poco, Huck. Acaso hayamos escapado de buena por
no habernos metido en esto en un viernes.
-¡Acaso!... Seguro que sí. Puede ser que haya días de buena suerte, ¡pero lo que es
los viernes...!
-¡Todo el mundo sabe eso! No creas que hayas sido tú el primero que lo ha
descubierto.
-¿He dicho yo que era el primero? Y no es sólo que sea viernes, sino que además
anoche tuve un mal sueño: soñé con ratas.
-¡No! Señal de apuros. ¿Reñían?
-No.
-Eso es bueno, Huck. Cuando no riñen es sólo señal que anda rondando un apuro.
No hay más que andar listo y librarse de él. Vamos a dejar eso por hoy, y
jugaremos. ¿Sabes jugar a Robin Hood?
-No; ¿quién es Robin Hood?
-Pues era uno de los más grandes hombres que hubo en Inglaterra... y el mejor.
Era un bandido.
-¡Qué gusto! ¡Ojalá lo fuera yo! ¿A quién robaba?
-Únicamente a los sheriffs y obispos y a los ricos y reyes y gente así. Nunca se
metía con los pobres. Los quería mucho. Siempre iba a partes iguales con ellos,
hasta el último centavo.
-Bueno, pues debía de ser un hombre con toda la barba.
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Preparado por Patricio Barros