Tom Sawyer
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Mark Twain
-Porque la quiero tanto, y estaba usted allí llorando, y yo lo sentía mucho.
-¡Pues bésame otra vez, Tom!..., y ya estás marchándote a la escuela; y no me
muelas más.
En cuanto él se fue corrió ella a una alacena y sacó los restos de la chaqueta con
que Tom se había lanzado a la piratería. Pero se detuvo de pronto, con ella en la
mano, y se dijo a sí misma:
-No, no me atrevo. ¡Pobrecito! Me figuro que ha mentido..., pero es una santa
mentira, porque ¡me consuela tanto! Espero que el Señor..., sé que el Señor se la
perdonará, porque la ha dicho de puro buen corazón. Pero no quiero descubrir que
ha sido mentira y no quiero mirar.
Volvió a guardar la chaqueta, y se quedó allí, musitando un momento. Dos veces
alargó la mano, para volver a coger la prenda, y las dos veces se contuvo. Una vez
más repitió el intento, y se reconfortó con esta reflexión: «Es una mentira buena...,
es una mentira buena..., no ha de causar pesadumbre». Registró el bolsillo de la
chaqueta. Un momento después estaba leyendo, a través de las lágrimas, lo que
Tom había escrito en la corteza, y se decía:
-¡Le perdonaría ahora al chico aunque hubiera cometido un millón de pecados!
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Preparado por Patricio Barros