Tom Sawyer
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Mark Twain
Capítulo 20
Tom toma a su cargo el castigo de Becky
Había algo en el ademán y en la expresión de tía Polly cuando besó a Tom que dejó
los espíritus de éste limpios de melancolía y le tornó de nuevo feliz y contento. Se
fue hacia la escuela, y tuvo la suerte de encontrarse a Becky en el camino. Su
humor del momento determinaba siempre sus actos. Sin un instante de vacilación
corrió a ella y le dijo:
-Me he portado suciamente esta mañana, Becky. Nunca, nunca lo volveré a hacer
mientras viva. ¿Vamos a echar pelillos a la mar? La niña se detuvo y le miró,
desdeñosa, cara a cara.
-Le agradeceré a usted que se quite de mi presencia, señor Thomas Sawyer. En mi
vida volveré a hablarle.
Echó atrás la cabeza y siguió adelante. Tom se quedó tan estupefacto que no tuvo
ni siquiera la presencia de ánimo para decirle: « ¡Y a mí qué me importa!», hasta
que el instante oportuno había ya pasado. Así es que nada dijo, pero temblaba de
rabia. Entró en el patio de la escuela. Querría que Becky hubiera sido un muchacho,
imaginándose la tunda que le daría si así fuera. A poco se encontró con ella, y al
pasar le dijo una indirecta mortificante. Ella le soltó otra, y la brecha del odio que
los separaba se hizo un abismo. Le parecía a Becky, en el acaloramiento de su
rencor, que no llegaba nunca la hora de empezar la clase: tan impaciente estaba de
ver a Tom azotado por el menoscabo de la gramática. Si alguna remota idea le
quedaba de acusar a Alfredo Temple, la injuria de Tom la había desvanecido por
completo.
No sabía la pobrecilla que pronto ella misma se iba a encontrar en apuros. El
maestro mister Dobbins había alcanzado la edad madura con una ambición no
satisfecha. El deseo de su vida había sido llegar a hacerse doctor; pero la pobreza le
había condenado a no pasar de maestro de la escuela del pueblo. Todos los días
sacaba de su pupitre un libro misterioso y se absorbía en su lectura cuando las
tareas de la clase se lo permitían. Guardaba aquel libro bajo llave. No había un solo
chicuelo en la escuela que no pereciese de ganas de echarle una ojeada, pero nunca
se les presentó ocasión. Cada chico y cada chica tenía su propia hipótesis acerca de
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Preparado por Patricio Barros