Tom Sawyer
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Mark Twain
-De veras que sí, tía. Que no me mueva de aquí si no lo tuve.
-No mientas, Tom, no mientas. Con eso no haces más que agravarlo.
-No es mentira, tía, es la pura verdad. Quería que usted no estuviera pasando
malos ratos; para eso sólo vine aquí.
-No sé lo que daría por creerlo: eso compensaría por un sinfín de pecados, Tom.
Casi me alegraría que hubieses hecho la diablura de escaparte; pero no es creíble,
porque ¿cómo fue que no lo dijiste, criatura?
-Pues mire, tía: cuando empezaron a hablar de los funerales me vino la idea de
volver allí y escondernos en la iglesia, y, no sé cómo, no pude resistir la tentación, y
no quise echarla a perder. De modo que me volví a meter la corteza en el bolsillo y
no abrí el pico.
-¿Qué corteza?
-Una corteza donde había escrito diciendo que no
s habíamos hecho piratas. ¡Ojalá se hubiera usted despertado cuando la besé!, lo
digo de veras.
El severo ceño de la tía se dulcificó y un súbito enternecimiento apareció en sus
ojos.
-¿Me besaste, Tom?
-Pues sí, la besé.
-¿Estás seguro, Tom?
-Sí, tía, sí. Seguro.
-¿Por qué me besaste?
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Preparado por Patricio Barros