corporales, los cuales se repiten durante la memorización. Para afianzar y facilitar aún más el proceso de memorización, los cantores utilizaron un sistema que se basaba en el sonido, un esquema rítmico que se dividía en el pie o compás y el verso.
En este proceso, eventualmente apareció la danza, interviniendo en cantos, odas, himnos, ditirambos en la lírica coral y en los coros de tragedia, esta se adapta al ritmo produciendo placer y reforzando a la memorización. Al pasar del tiempo surgió el teatro, una mezcla de la danza y los cánticos, que también le permitía al espectador ver cómo los protagonistas de las historias experimentaban grandes aventuras las cuales eran superadas mediante fantásticas hazañas que realizaban en su trayectoria.
La historia era conservada por medio del relato, la poesía, de las historias creadas y contadas para el pueblo sobre proezas memorables e increíbles que impactaban en la memoria de sus habitantes, pero siempre existió un problema: el tiempo. Como una línea disipada mediante la oralidad, las historias pueden variar constantemente dependiendo del relato de la persona, su perspectiva, sus inclinaciones, su lugar de origen, y una infinidad de variantes, las cuales podían influir en el sentido y objetivo del contenido. Además, estas culturas ágrafas mantenían toda su información en una sola persona, los cuales tenían la responsabilidad de memorizar su pasado y su presente, este método posicionaba todo su conocimiento en un gran riesgo, ya que, si los denominados mnemones fallecían por alguna razón, toda su información moría con ellos.
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Cuando se implementó el teatro para mantener esta memoria, éste no quedó a salvo de cualquier modificación. Los acentos, la forma en la que se decía, la interpretación del actor, la visión del director, el leguaje corporal, muchos factores cambiaban. A pesar de que la estructura en esencia y la idea principal se mantienen, el significado del mensaje cambiaba con demasiada facilidad.
Todo esto nos llevó a buscar una forma de que la información sea recolectada sin sufrir mayores cambios y que no muriera junto con la persona que la pensó, es decir, se abrió paso a la escritura.
Mientras que la oralidad se basa en la imitación de sonidos, la escritura se basa en la imitación de formas y objetos reales. Estos signos fueron cambiando para acercarse a las figuras geométricas y, con el tiempo, apareció la necesidad de representar no los objetos, sino a los sonidos. La fonetización nació gracias a este proceso, los símbolos pasaron de representar objetos a representar sonidos.
En un principio había tres formas de escritura, la primera es la logográfica, que consistía dibujos, en la interpretación de aquellas formas. La segunda es la silábica, a diferencia de la logográfica, no buscaba la imitación de imágenes, sino la representación de sonidos. Lo que complicaba el uso de estos símbolos, era que había demasiados caracteres, por lo que leer era algo demasiado especializado y difícil de enseñar. Este problema fue resuelto por los griegos con la invención del primer alfabeto. Si bien las bases del alfabeto griego están, sin duda, en los fenicios, los griegos fueron los primeros en pasar de los “indicadores madres de la lectura semítica” a las vocales. Este cambio claramente les dio un avance superior en comparación con el resto de las culturas coetáneas.
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