Imagino que Kipling tenía un gato
por Mario A.Medrano
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De una selva más antigua que las imaginarias
el gato de Kipling
se transforma en un museo de insectos carnívoros.
Es el fantasma con el que hacemos lo que se nos viene en gana
o el Rey, que después de entrar a saco,
ronronea entre las páginas de un libro recién inventado.
Nadie lo ha visto arañar sueños ni nada por el estilo
tampoco erizar el contorno de su trajes
mucho menos, paladear la leche del Olimpo.
Aún así, hay quienes lo buscan entre los libros del escriba,
en algún rincón de Bombay
o bajo el cielo triste de Londres.
Yo, en cambio, he de salir a la calle a encontrarlo.
Dentro del aleteo de los pájaros
en una esquina, lamiendo algún cariño olvidado.