Noche De Furia por Miguel A. Lupian
NOCHE DE FURIA
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Te quedas inmóvil con la mirada fija en la puerta. Los dedos blancos aferrando la sábana palpitante. Una ráfaga de viento cálido acaricia tus labios y se pierde en la oscuridad de la habitación. Piensas que fue sólo un sueño o el vecino desconsiderado del seiscientos tres. Cierras los ojos dispuesta a entregar tu cuerpo desnudo al hombre de arena pero te estremeces. Alaridos rompen el silencio, tu cordura. Coges la lámpara del cajón de los medicamentos y caminas suavemente para no hacer crujir las maderas. Sujetas el picaporte por segundos mientras se normaliza tu respiración. Abres la puerta. El haz de luz te informa que los libros, cuadros y botellas de vino están en su lugar. Das un paso y sientes una lengua gélida que lame tus pies. Alumbras el suelo anegado. Descubres pequeñas huellas que provienen de la cubeta roja que está tirada en la cocina. La levantas, desecas el charco. Regresas a la cama sabiendo que todo se repetirá mañana y el día después de mañana. Te tragas un par de pastillas y piensas que, tal vez, no debiste haber ahogado a los gatitos aquella noche de furia.