Leche
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Tal y como se cuenta a continuación:
En la azotea mientras lavaba la ropa, delgados maullidos como pequeños rechinidos sonaban a lo lejos, la vieja no estaba segura de lo que escuchaba, tenia que detenerse y quedar en silencio para identificar que era ese sonido. Y entonces lo siguió. Cada maullido era una pista para acercarse, una extraña excitación se apoderaba de ella, como alguien que esta a punto de descubrir un pecado y siente un morboso placer en ello.
Detrás de una caja estaban los gatos, recién nacidos, sin su madre blanca: ciegos, torpes; cuando se les descubrió, todos maullaron al mismo tiempo y con mas fuera presintiendo la llegada de una madre, una que venia a ayudarlos y no a matarlos.
Placer y asco. Placer por tener en sus manos su añorada venganza; asco por ver a esos gatos pegajosos con ese extraño olor a menstruación animal. El nerviosismo se apoderó de la vieja, como si pudiera venir la madre a hacerle daño a ella. Entonces rápidamente resolvió que hacer. No fue capaz de tocar a las crías así que con dos palos, utilizándolos como pinzas recogió a cada gato mientras estos se retorcían, la vieja se apresuró para aventarlos desde la azotea hacia la calle, convencida de que con dos pisos de alto era suficiente para que cayeran muertos o por lo menos se quedaran ahí tirados sufriendo.
Siete gatos aventó, sin ningún remordimiento, mas bien con satisfacción. Su corazón descansaba por cada gato aventado, imaginaba una cuenta saldada y desde lo alto los vea ahí tirados en la banqueta aun arrastrándose, aun llorando por su vida. Unos niños de la calle corrieron a recogerlos sin siquiera mirar de donde caían, automáticamente fueron a salvarlos como si fueran unos doctores. A la vieja esto ya le daba igual, dio media vuelta pensando que había hecho justicia.
En la madrugada unos fuertes gritos de niño la despertaron, parecía que estaban matando a un bebe, la vieja encendió las luces y se asomó por la ventana, en su patio un gato estaba persiguiendo a un cuervo, el cuervo gritaba como señora al defenderse del gato. Muy asustada cerró la ventana, en su cuarto aparecieron pequeños gatos sin pies que se arrastraban ciegos por el suelo, rosando las paredes. La vieja subió sus pies a la cama rápidamente, en cada mano sostenía fuertemente a un canario, los aparentaba con fuerza como si quisiera aplastarlos y el calor de sus manos hacia sudar a los canarios que parecían ya asfixiados. “Tú en tu otra vida fuiste gato” escucho que una voz le decía. La vieja intento volver a dormir, abrazando a sus canarios que ya estaban muertos con su pico abierto. Sin saber cómo, los gatos subieron a su cama, queriendo buscar tetas en la vieja para alimentarse, mientras ella cerraba los ojos con fuerza hasta que los gatos invadieron su rostro. Al despertar del sueño la vieja se persigno e inconscientemente dijo: “Ya perdónenme animalitos”.
En la mañana salió a la calle para ver si seguían los gatos en la banqueta, pero ya no había nada, ni siquiera señales de sangre. La vieja siguió con sus actividades cotidianas invadida por un sentimiento extraño que no la dejaba en paz. En su patio puso un plato con leche y esperó. La leche se quedo ahí secándose por semanas, la gata jamás regresó.