Test Drive | Page 75

Sin haber encontrado huellas de Wan Guld y su escolta, asaron el maracaya y lo comieron, agobiados por el calor. Luego reemprendieron la marcha a través de una zona infestada por nubes de moscas que atacaban con verdadero furor a los filibusteros, haciendo blasfemar a Carmaux y Wan Stiller. Al caer la tarde, se detuvieron para buscar un lugar donde acampar. El africano, que se había alejado algunos pasos, volvió con el rostro ceniciento. —¿Qué te pasa, compadre "carboncillo"? —preguntó C &