Test Drive | Page 79
79
Estética
lo difunden en los territorios periféricos de la
cristiandad, especialmente en el norte de la
península Ibérica, arrancada ya de las manos
del Islam.
La reforma arquitectónica del gótico, iniciada en la abadía de Saint Denis, a mediados del
siglo XII, se expresa en el contrapunto urbano
de la catedral con mayor fuerza y se empeña en
la realización física del ideal místico de la luz,
en la apertura diáfana del cuerpo arquitectónico,
que se deja atravesar por la espada del haz luminoso, inundar por ella, marcando un pulso, una
batalla constructiva con la materia. El evangelio
de Juan, de atmósfera neoplatónica, invoca en
cada acto litúrgico la presencia del símbolo luminoso: siendo el principio, Dios, logos, razón o
verbo: “en él estaba la vida y la vida era la luz
de los hombres”. Juan establece una cadena de
ecuaciones fundamentales que remarcan la significación de la luz. El término latino que asume
la descripción de esta cualidad luminosa, mensajera de la presencia divina, es claritas. Y la
misma difusión de los textos que la realzan contribuye a una especial unanimidad en el orden de
la valoración de esta cualidad de las cosas, que
las reviste de trascendencia. Claritas se dirige
así, también, a la conciencia de los constructores,
y de los que promueven las obras de arquitectura, figuras de abades y obispos en general, que
en el orden de las construcciones medievales se
encuentran especialmente cercanos a los artifex,
a los que las realizan en el sentido fáctico, con
sus manos o con sus conocimientos constructivos y matemáticos, geométricos. La palabra claritas, valor estético en cuanto a figura y presencia de lo bello, cae desde la órbita del pensamiento culto, docto, hacia el intenso campo de
las realizaciones, especialmente en la época de
mayor vigor constructivo que está representada
por el arte Gótico.
En la progresiva secularización de la vida
que desarticula la unidad medieval, iniciada
antes ya del siglo XIV y seguida de manera incesante hasta el dominio del clasicismo en toda
Europa, queda enquistado este valor estético,
agente extremo de las reformas de la arquitectura
gótica, y parece no ser mantenido más allá de
estas fronteras temporales. El episodio de dominio de la luz, de lo luminoso, como fuente de
valor estético, es un episodio más parcial que el
constante recurso al orden matemático y a las
proporciones. Este otro principio, como se ha
visto, no ausente de las asociaciones formales de
la arquitectura medieval con el orden de las ideas
generales, se reestructurará en el tronco teórico
del clasicismo, a partir del Renacimiento, con un
renovado vigor, y por tanto, con un nuevo sentido estético.
La tradición clásica:
una belleza normativa
La arquitectura que retorna al clasicismo antiguo a
partir de las primeras experiencias italianas, cuya
representación clara es la figura de Brunelleschi
en la Florencia del siglo XV, transforma sus valores estéticos, las condiciones de la belleza arquitectónica. Este ademán de retorno al pasado que
dobla el curso de la tradición, de algún modo la
violenta, es acompañado por una reflexión teórica
que le da cuerpo y vitalidad, alimenta los cambios
de sentido en la comprensión de la belleza de la
arquitectura y, a su vez, se alimenta de ellos. Esta
espiral de transformaciones es, sin embargo, muy
compleja y no puede ser reducida a una mera descripción de los cambios en el orden estético.
© Los au F