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Estética
veradas de significados mágicos, rituales, simbólicos. Hegel describió esta etapa como arquitectura simbólica, en sus lecciones de Estética dadas
en la Universidad de Berlín a partir de 1818,
que se establecía como eje de un arte simbólico,
anterior a la arquitectura clásica del periodo grecorromano. Arquitectura simbólica porque da
forma concreta para aproximarse a lo impreciso:
al dios, cuya naturaleza no ha sido todavía elaborada y quien, sin poseer todavía una imagen, no
puede ser representado. El arte de la arquitectura
se limita a dar cuenta de su dimensión, a preparar
su aparición entre los hombres, a través de una
presencia brutal, abstracta, aunque ordenada.3
Y aunque la división hegeliana parece
ahora discutible, llegados a una mayor conciencia histórica, todavía nos parece útil porque pone
de relieve el orden del esfuerzo, del instinto que
se dirige a dar forma a una primera arquitectura
monumental, aparecida en el ámbito de las ciudades.
En todo caso, en las culturas que suceden
en el Mediterráneo a estos primeros sembrados
de una arquitectura monumental, se dejará escuchar, por primera vez, la voz reflexiva que habla
de la realidad de la belleza, y de su significado en
la órbita total del mundo. Y, al mismo tiempo, sin
que podamos reconocer un discurso específico
sobre la relación entre arquitectura y belleza, la
obra construida se abrirá en el espacio siguiendo
otro orden de intenciones estéticas: se hará más
proporcionada a la medida humana, se intensificará su apariencia ornamental, se afinará su relación con el paisaje y con la naturaleza, así como
su relación con la ciudad. Sin que nos hayan quedado explícitas las razones de estos cambios, los
advertimos, los sentimos avanzar por los itinerarios del tiempo histórico.
Kannon
“Aristipo, filósofo socrático, arrojado por una
borrasca a las playas de Rodas, advirtiendo
en ellas trazadas algunas figuras geométricas,
cuentan que exclamó a sus compañeros en esta
forma: ánimo, amigos míos, pues aquí descubro
huellas de hombres”. (Vitruvio, L. VI, I)
De todo nuestro pasado, sigue siendo el
sistema de ideas elaborado por la Grecia antigua
el de mayor peso en nuestra cultura. Incluso rebasado, olvidado y reinterpretado continuamente,
sigue resultando el telón de fondo sobre el cual
se recorta nuestra ideología contemporánea: el
inicio del camino de nuestra propia experiencia
histórica. Los griegos se establecieron en el sendero de progreso que ha caracterizado al mundo
occidental. Se esforzaron en plantear preguntas
que sus creencias no podían contestar, en responderlas de manera clara y en cederlas al futuro
al escribirlas. Una vez la cultura científica de la
antigua Grecia se hubo constituido en una tradición fuerte, encontramos sistemáticamente cercado el problema de la belleza. La pregunta sobre
la percepción agradable del sonido armónico,
la pregunta sobre lo esencial de lo bello, sobre
su poder en el alma humana, sobre su relación
con el cosmos, desplegó un sistema de indagación que, sin embargo, se mantuvo inmerso en el
orden de las preguntas generales sobre la verdad
del mundo. Al refinarse el orden del discurso,
vemos solidificarse, hacerse estable y concre-
Las divisiones de los ciclos históricos establecidas por Hegel
tienen precedentes ya en las aproximaciones a la historia del inicio
de la Edad Moderna y, sobre todo, en las primeras concepciones
románticas de la “historia”.
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© Los autores, 2001; © Edicions UPC, 2001.