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74 Introducción a la arquitectura. Conceptos fundamentales tarse el orden constructivo. La arquitectura tiene la cualidad de la permanencia, es testigo impasible en el tiempo. Pero sus cualidades estéticas están en concordancia con el mundo general que la hizo posible y que ha desaparecido. La arquitectura no habla, expresa esa concordancia en el silencio elemental de la materia. Y en la medida en que no es descriptiva ni imitativa, tampoco expresa como un espejo su universo circundante. Es preciso pues, interpretar en qué sentido se vincula con las ideas sobre la belleza y con las ideas generales de las sociedades que la construyeron. Así, en el ámbito de la arquitectura de la Grecia clásica podemos destacar la simplicidad formal, la moderación de su tamaño con respecto a la monumentalidad antigua, la estabilidad de sus formas, invariables en largos periodos temporales, el naturalismo de una parte importante de su ornamenta ción, el equilibrio visual, objetivo, de sus masas y vacíos en el espacio natural, la regularidad de su formas generales. Este orden de observaciones debe considerarse el conjunto de normas estéticas valoradas por la cultura clásica de los antiguos griegos y, por tanto, en relación con su concepción general del mundo. El centro en que convergen la tradición científica y la obra construida es esa voluntad de orden o de concordancia en el orden: centro de reunión de la esfera del pensamiento y la esfera de la producción. Concuerdan ambas, pero transcurren con la necesaria independencia. En parte, esta es ya la explicación de la estabilidad temporal de los valores estéticos de las obras de arquitectura. Su persistencia es efecto de su independencia del discurso verbal y especulativo. Hacer es repetir, aprender en la repetición el camino de una lenta perfección de los objetos. Sólo en la repetición se pulen, como los cantos rodados por las aguas del río, las asperezas de una construcción arcaica de los siglos VII y VI aC, en los refinados sistemas del templo clásico, en el siglo V, y de la época helenística que se establece a partir del siglo IV aC. Se atribuye a la figura de Pitágoras, original de Samos, que vivió en el siglo VI aC, la comprensión de un sistema de mundo ordenado en base a unas proporciones numéricas. La percepción de la armonía como un efecto en los sentidos, específicamente en el oído, de esta concordancia cósmica que se debería verificar en las formas de las cosas bellas, como parece verificarse en la constitución misma del kosmos. Esta corriente de pensamiento, de la cual sería fundadora la escuela pitagórica, arraiga en los discursos filosóficos de la época clásica y helenística. Percibimos su rastro en los vestigios que han quedado de los discursos de los sofistas, en el amplio despliegue de textos platónicos, en el cual representa un lugar común. Un hábito mental que relaciona medida, proporción y forma, o expresión geométrica, con las apariencias y los sonidos. Podemos acaso interpretar que los griegos establecieron el valor estético de las cosas que fabricaban en la repetición de una serie limitada y concreta de proporciones que, a su vez, sostenían el total de las cosas creadas. La armonía es el efecto sobre nuestros sentidos de la presencia de esas proporciones que enlazan y anudan la obra humana a la naturaleza. Armonía, que en términos visuales se traduce por symmetria, es entendida como un primer valor estético de las creaciones humanas, aunque no fuera descrito como un propósito directo del artífice, artesano o arquitecto, escultor o músico, poeta o historiador.4 Un valor dado a las cosas que permite múltiples posibilidades de realización, que engloba- © Los autores, 2001; © Edicions UPC, 2001.