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45 Técnica imagen del ejército es en sí misma un modelo para un futuro de objetos seriados. También lo es la regularidad de la letra de imprenta, como es un producto seriado el libro. La demanda de la guerra puso en marcha el ingenio humano para la obtención masiva de hierro, que mejoró progresivamente los hornos hasta su perfeccionamiento a mediados del siglo XVIII. El cañón, además de devorar hierro, fue el primer modelo para llegar a la máquina de vapor y, a través de ella, a un motor de compresión. La clave para el rendimiento de la máquina de vapor fue el perfeccionamiento del cilindro a partir de las técnicas para la perforación de los cañones, aplicadas por Wilkinson a los primeros modelos. Las armas y los libros fueron los primeros objetos estandarizados. Los productos textiles vinieron con ellos, para vestir a los ejércitos, y para tramar los tejidos con los que se vistió mejor, aunque con mayor uniformidad, la sociedad burguesa. Dejando aparte la peculiar industria del libro, las primeras industrias de productos bélicos y textiles fueron iniciadas en el siglo XVII, generalizadas en el XVIII y llegaron a masificarse en el XIX, causando en este punto un cuadro completo de transformación de la sociedad que ha sido descrito como Revolución Industrial. Las industrias arrastraban tras de sí las máquinas para el transporte de materiales requeridos en el proceso y de materiales resultantes del proceso, de residuos. Impulsaron el desarrollo de las máquinas motoras, del transporte, y de las máquinas productoras. Las industrias pudieron, a principios del XIX, producir hierro en masa, de fundición vertido en moldes, o hierro dulce para la forja, que servía para la construcción de ferrocarriles y máquinas, y que podía aplicarse también a la construcción. En el ámbito constructivo existe desde su origen la necesidad de regularidad. Son regulares los ladrillos, fabricados en moldes. Medidos basándose en el cuerpo del hombre, son también medida. Los sillares deben ser también regulares, aunque su regularidad requiere mayor esfuerzo humano, ya que no se enmoldan, sino que se amoldan mediante la labra. Y, en el mundo clásico, fue también regular la ornamentación, representando un ideal estético concreto. La lógica de la construcción demanda regularidad. La medida no fue universal hasta finales del XVIII, si consideramos el patrón del metro como el primer universal establecido con el suficiente rigor, pero cada obra arquitectónica, desde la gran pirámide de Gizah, organizó para sí un completo sistema de medidas destinado a relacionar y regularizar formas y elementos constructivos. La vara del arquitecto medieval era el patrón de la catedral. Así, salvando el ladrillo, acaso el primer objeto constructivo seriado, la inteligencia y las manos de los hombres obtenían por el esfuerzo la necesaria regularidad para poder llevar a término la obra. La proeza del gótico se levanta sobre una infinitud de pequeños sillares regulares de los cuales ha quedado la marca de las manos diversas que los habían conseguido. Las marcas de la piedra de un templo medieval, que también servían para recontar el trabajo y para pagarlo, distinguían entre sí lo aparentemente uniforme. Pero el camino hacia una regularidad completa lo inició el Renacimiento. La regularidad se convirtió en premisa estética de la arquitectura, barriendo la ornamentación medieval que se entregaba al gusto individual, tendido sobre la necesaria uniformidad de los elementos constructivos.29 En el orden de los nuevos valores clásicos, los elementos visibles, todavía trabajados © Los autores, 2001; © Edicions UPC, 2001.