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Introducción a la arquitectura. Conceptos fundamentales
noma que sustituye también el movimiento o que
lo minimiza. Esta definición permite entender la
aparición de la máquina en el entorno técnico de
la cultura como algo gradual. Así, no sería preciso señalar cuál es la primera máquina, sino el
camino lento y balbuciente a través del cual la
máquina se abrió paso entre nosotros. Sierras y
molinos hidráulicos en el horizonte boscoso de
la Europa medieval; molinos de viento difundidos en Occidente desde Oriente hacia el siglo
XII; telares de impulsión hidráulica; la imprenta
abriendo la llave de la difusión definitiva de la
escritura en el Renacimiento; el reloj mecánico
construido en la Edad Media y perfeccionado en
siglos siguientes, autónomo y preciso, modélico
como engranaje; y, anteriormente a todos estos
ingenios medievales: poleas que multiplican el
esfuerzo del brazo humano y palancas que lo
invierten; ruedas hidráulicas aplicadas a múltiples
usos, conocidas ya en el antiguo Egipto y difundidas en la antigüedad clásica. Sin embargo, el dispositivo para explorar regularmente la máquina,
previendo su evolución y sus resultados y mesurando sus fracasos, para comprender las posibilidades de su perfeccionamiento y dirigir sus fines,
es el que realiza la nueva forma de conocimiento
que caracteriza al hombre moderno: la ciencia.
La máquina, por otro lado, evoluciona en
función del descubrimiento de las fuentes de
energía. Agua y viento regulados en su flujo;
vapor, que si bien había sido intuido como energía por Herón de Alejandría, fue desarrollado
después del Renacimiento;27 los derivados del
petróleo para los modernos motores; y la electricidad, en una segunda etapa, hasta llegar a la
energía química y nuclear del mundo contemporáneo. Todas estas fuentes de energía, medidas todavía en caballos de fuerza, suplirán real-
mente la energía orgánica, humana y animal, la
más antigua fuente de motricidad para los ingenios humanos. Sin embargo, el agua y el viento,
característicos de los ingenios antiguos y medievales, y prolongados en el mundo moderno, no
pueden sino con gran esfuerzo constituir una
fuente regular de energía. El poder de la ciencia
concederá a la máquina su elemento de madurez
definitivo, ya que la dotará de energía regular y
controlada. La regularidad de la fuente energética
llegará con el rendimiento del vapor. La energía
regular del vapor mueve el mundo a partir de
mediados del XVIII, con la máquina de Watt,
patentada en 1769, como síntesis eficaz de una
serie compleja de experimentos anteriores, iniciados en el siglo XVI. Cuando se perfecciona
la máquina de Watt, con los adelantos de Wilkinson y de Maudsley a finales del XVIII, nace un
nuevo universo de máquinas dispuestas a fabricar regularmente y uniformemente, a dotar de
movimiento también controlado y regular a los
vehículos de transporte.
Falta por señalar que para completar el
sistema de fabricación en serie no basta la
máquina: es preciso madurar el deseo de economía en la producción, que se ve intensificado
por los nuevos conceptos económicos de las
sociedades tardomedievales y de las modernas
que las siguen. En todo caso, la pasión humana
por producir masivamente se despertó en todos
los ámbitos de su laborar, pero se hizo por primera vez urgente en el entorno bélico.28 La
Para la relación entre la ingeniería antigua y la moderna, v.
Koyré, A. “Los filósofos y la máquina”, en op. cit.; y también en
general, los estudios recogidos en Estudios de historia del pensamiento científico, Siglo XXI, Madrid, 1990.
28
Mumford, L., op. cit.
27
© Los autores, 2001; © Edicions UPC, 2001.