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Técnica
parte del botín de guerra desde la conquista de
Siracusa en el 212 aC hasta el saqueo de Corinto
en el 146 aC y la rendición de Pérgamo en el 133
aC: desde las colonias de Sicilia hasta la dominación formal de la Grecia matriz y su amplio
dominio helenístico. En este intervalo de tiempo,
la Roma republicana da de sí las primeras obras
monumentales, las primeras basílicas cuyas disposiciones se realizan de forma semejante a las de
los grandes templos griegos. Pero que en manos
de unos artesanos dotados ya de una fuerte tradición resultan inmediatamente modificadas en su
lógica constructiva y técnica, mientras emulan el
carácter de los grandes edificios griegos. La complejidad de la técnica constructiva romana caracteriza ya el siglo I aC, época de transición a la
fase imperial que determina la figura de Augusto.
El compendio de Vitruvio, que pertenece a esta
época, delata el carácter de amalgama de las tradiciones constructivas romanas y helenísticas.
Vitruvio da la medida del saber artesano: fragmentado y heterogéneo. Su obra escrita es más
el eco de una tradición oral que un tratado sistemático y organizado de conocimientos. Es en la
práctica donde se organiza y dirige esa forma de
conocer que impele el obrar técnico: es indivisible de ella. Tras la época de Augusto, el poder
de Roma se hace desbordante y la arquitectura
efectúa ese despliegue de toda su potencia técnica demostrando la eficacia del sistema.
Pero también demuestra los mecanismos
de su próximo agotamiento. Traspasados los
siglos de poder, adentrada Roma en su propia
fase de deterioro y corrupción, a partir del III
siglo dC, al mismo tiempo que no puede manejar el imperium, repliega el avance técnico. Los
límites del sistema constructivo son el anverso
de sus posibilidades: las formas basadas en gran-
des masas inertes, la combinatoria finita de las
formas de cubiertas continuas, la combinatoria
también finita de su manera de ornamentar los
edificios. La arquitectura romana se apaga primero en su fuerza creativa, deteriorándose lentamente después su gran legado constructivo, especialmente tras la caída oficial del Imperio en el
453 dC, al caer en desuso sus estructuras territoriales y sus edificios, al resultar sistemáticamente
saqueadas por los pueblos invasores.
Mientras la arquitectura occidental se deteriora y se paraliza el avance técnico, en Oriente se
pueden reconocer ya nuevas concepciones arquitectónicas en los edificios bizantinos. La necesidad de la cristiandad de generar espacios sagrados para la comunidad impulsa la experiencia
técnica hacia el perfeccionamiento de las cubiertas cupuladas.
Los modelos bizantinos funden la herencia romana con tradiciones muy arraigadas en
tierras orientales: en concreto fue determinante la
tradición matemática enraizada en las primeras
escuelas físicas de la antigua Grecia, originarias
de la Península de Anatolia, antigua Jonia, capaz
de constituir un armazón de proporciones numéricas para los templos nuevos que los dotaba de
orden y proporción.12 Bizancio continúa nominalmente el Imperio Romano, bajo un cristianismo recién nacido que le impulsa a la construcción de suntuosos templos de planta central cuyo
espacio interior es conseguido a través de increíbles ejercicios de apuntalamiento de cúpulas. La
arquitectura bizantina, sin embargo, ambiciona
estructuras que apenas puede consolidar: en la
La presencia precoz de elementos matemáticos en la arquitectura
bizantina es más compleja, pero no supone, todavía, más que el
carácter de una tradición matemática próxima a las técnicas.
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© Los autores, 2001; © Edicions UPC, 2001.