Test Drive | Page 91

Malasia-. Este retraso está haciendo nacer en mí graves temores. ¡Bah!... Nuestros hombres son unos marinos muy hábiles. Durante gran parte del día estuvieron dando vueltas por la playa, y después, hacia la puesta del sol, volvieron a entrar en el bosque para acercarse a la quinta de lord James Guillonk. ¿Crees que Marianna habrá encontrado nuestra carta? -preguntó Yáñez a Sandokán. -Estoy seguro de ello -respondió el Tigre. -Entonces acudirá a la cita. -Si está libre... -¿Qué quieres decir, Sandokán? -Temo que lord James la vigile estrechamente. ¡Diablo! -Sin embargo, nosotros iremos igualmente a la cita, Yáñez. El corazón me dice que la veré. -Siempre que no cometas imprudencias. En el jardín y en la quinta es fácil que haya soldados. -De eso estoy seguro. -Intentaremos no dejarnos sorprender. -Actuaré con calma. -¿Me lo prometes? -Sí. -Entonces, andando. Avanzando lentamente, con los ojos en guardia, aguzados los oídos, espiando prudentemente entre las espesas frondas y matorrales, para no caer en alguna emboscada, hacia las siete de la tarde llegaron a las proximidades del jardín. Quedaban aún unos pocos minutos de crepúsculo y podían bastar para examinar la quinta. Después de haberse cerciorado de que no había escondido ningún centinela por los alrededores, se acercaron a la empalizada y, ayudándose el uno al otro, la escalaron. Se dejaron caer de la otra parte y sé arrojaron en medio de los parterres, devastados en gran parte por el huracán, y se escondieron en un grupo de peonías de China. Desde aquel lugar podían observar cómodamente lo que sucedía en el jardín e incluso en la quinta, pues sólo tenían ante sí unos cuantos árboles. -Veo un oficial en una ventana -dijo Sandokán. -Y yo un centinela que vigila la esquina de la quinta -añadió Yáñez-. Si ese hombre se queda allí después de que caigan las tinieblas, nos va a molestar no poco. -Lo despacharemos -dijo Sandokán resueltamente. -Sería mejor sorprenderlo y amordazarlo. ¿Tienes tú alguna cuerda? -Tengo mi faja. Magnífico y... ¡Ah, bribones! -¿Qué pasa, Yáñez? -¿No ves que han puesto rejas en todas las ventanas? - ¡Maldición de Alá!... -exclamó Sandokán con los dientes apretados. Hermano mío, lord james debe conocer muy bien la audacia del Tigre de Malasia. ¡Por Baco! ¡Cuántas precauciones!... -Entonces Marianna estará vigilada. -Desde luego, Sandokán. -Y no podrá acudir a mi cita. -Es probable -dijo Yáñez. -Pero la veré igualmente. -¿De qué modo? Escalando la ventana. Tú ya habías previsto esto y le habíamos escrito que se procurase una cuerda. -¿Y si nos sorprenden los soldados? Lucharemos. -¿Los dos solos? - Página 91