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águila la superficie del mar, que se había quedado lisa y tersa como un espejo, y miró a oriente. -Es allá -murmuró, después de algunos instantes de contemplación-. Extraño destino que me empujas allí, ¡dime si me serás fatal! ¡Dime si esa mujer de los ojos azules y de los cabellos de oro, que cada noche turba mis sueños, será mi perdición!... Movió la cabeza como queriendo ahuyentar un mal pensamiento; luego bajó con paso lento una estrecha escalera abierta en la roca y que conducía a la playa. Un hombre lo estaba esperando abajo: era Yáñez. -Todo está dispuesto -dijo-. He mandado preparar las dos mejores embarcaciones de nuestra flota, reforzándolas con dos gruesas espingardas.7 -¿Y los hombres? -Todas las bandas están formadas en la playa, con sus respectivos capitanes. No tendrás más que escoger a las mejores. -Gracias, Yáñez. -No me des las gracias, Sandokán: quizá haya preparado tu ruina. -No temas, hermano mío; las balas tienen miedo de mí. -Sé prudente, muy prudente. -Lo seré y te prometo que en cuanto haya visto a esa joven volveré aquí. -¡Condenada mujer! Estrangularía al pirata que la vio por primera vez y te habló de ella. -Vamos, Yáñez. Atravesaron una explanada defendida por grandes baluartes, terraplenes y fosos profundos, y armada de gruesas piezas de artillería, y llegaron a la orilla de la bahía, en medio de la cual flotaban doce o quince veleros, de los llamados praos.8 Delante de una larga hilera de cabañas y de sólidos edificios, que parecían almacenes, trescientos hombres estaban perfectamente alineados, en espera de una orden cualquiera para arrojarse a los barcos, como una legión de demonios, y llevar el terror a todos los mares de Malasia. ¡Qué hombres y qué tipos! Había malayos, de estatura más bien baja, vigorosos y ágiles como monos, cara cuadrada y huesuda, color oscuro, hombres famosos por su audacia y ferocidad. Los había de Batjan,9 de color aún más oscuro, conocidos por su afición a la carne humana, aunque dotados de una civilización relativamente avanzada; de Dayako, isla próxima a Borneo, de alta estatura, bellos rasgos, célebres por sus estragos, que les valieron el título de «cortadores de cabezas»; de Siam, con su rostro romboidal y ojos con reflejos amarillentos; de Cochinchina, de color amarillo y con la cabeza adornada por una cola desmesurada; había también indios, buquineses, javaneses, tagalos de Filipinas y, en fin, negritos' con sus enormes cabezas y rasgos repelentes. Al aparecer el Tigre de Malasia, un bramido recorrió la larga fila de piratas; todos los ojos parecieron incendiarse y todas las manos empuñaron las armas. Sandokán echó una mirada complacida a sus cachorros, como le gustaba llamarlos, y 7 Cañón de artillería algo mayor que el falconete y menor que la pieza de batir. 8 Voz malaya que en su origen designaba una embarcación de poco calado, muy larga y estrecha. 9 Isla de Indonesia en el archipiélago de las Molucas. Como se ve, la procedencia del ejército de Sandokán está localizada íntegramente en el conjunto de las islas de Indonesia, incluyendo Filipinas, Tailandia (la antigua Siam) y la zona sur de Camboya (Cochinchina). Página 7