Test Drive | Page 66

Se quedó callado durante unos instantes, fijándose en el enemigo, y luego dijo: -Tenemos que vérnoslas con una cañonera. -¿Y viene de Sarawak? -Es probable, Giro-Batol. Ya que se dirige hacia nosotros, esperémosla. La cañonera, en efecto, había apuntado la proa en dirección a la canoa y aceleraba su marcha para alcanzarla. Viéndola tan lejos de las costas de Labuán, quizá creía que los hombres que iban en ella habían sido empujados de ese modo a alta mar por cualquier golpe de viento y corría para recogerlos; pero quizá su comandante quería cerciorarse de si eran piratas o náufragos. Sandokán había ordenado a Giro-Bato¡ que volviera a tomar los remos y pusiera proa en dirección a las Romades, grupo de islas situadas más al sur. A estas horas ya había trazado su plan para engañar al comandante. Media hora después, la cañonera se encontraba a pocas brazas de la canoa. Era un barco ligero de popa baja, armado de un solo cañón situado sobre la plataforma posterior y pertrechado de un solo palo. Su tripulación no debía de superar los treinta o cuarenta hombres. El comandante, o el oficial de cuarto 36 que fuera, hizo maniobrar de modo que pasara a pocos metros de la canoa, y luego, habiendo ordenado detener los tambores, se inclinó sobre la borda, gritando: -¡Alto, u os hago ir al fondo! Sandokán se levantó vivamente, diciendo en buen inglés: -¿Por qué me prendéis? -¡Oh! -exclamó el oficial con estupor-. ¡Un sargento de los cipayos!... ¿Qué hacéis vos aquí, tan lejos de Labuán? -Voy a las Romades, señor -respondió Sandokán. -¿A qué? -Tengo que llevar unas órdenes al yacht' de lord James Guillonk. -¿Se encuentra lejos de aquí ese barco? -Sí, mi comandante. - ¿Y vais en una canoa? -No he podido encontrar nada mejor. -Tened cuidado, porque hay praos malayos que merodean por el mar. -¡Ah!... - dijo Sandokán, refrenando apenas su alegría. -Ayer por la mañana vi dos de ellos y apostaría que venían de Mompracem. 6