Es bastante curioso el sistema utilizado por los malayos para encender fuego sin necesidad de
fósforos. Toman dos bambúes cortados y sobre la superficie convexa de uno de ellos hacen
una muesca.
Con el otro comienzan a frotar sobre ese tajo, empleando el borde, al principio lentamente y
luego cada vez más deprisa. El polvillo producido por ese frota miento se prende poco a poco
y cae sobre un poco de yesca de fibra de gamut. La operación es bastante fácil y rápida y no
requiere una especial habilidad.
Giro-Batol puso a asar un buen pedazo de babirusa ensartado en una varilla verde, sostenida
por dos ramas en forma de horquilla fijas en el suelo; luego empezó a rebuscar bajo un
montón de hojas verdes y sacó de allí un vaso que exhalaba un perfume poco prometedor,
pero que hacía dilatar las narices al salvaje hijo de la selva malaya.
-¿Qué vas a ofrecerme, Giro-Batol? –preguntó Sandokán.
-Un plato delicioso, capitán.
Sandokán miró dentro del vaso e hizo una mueca.
-Prefiero la chuleta de babirusa, amigo mío. El blaciang no está hecho para mí. Gracias de
todos modos por tu buena