cañonazo.
-Quizá el viento soplaba de levante -respondió
Sandokán, que comenzaba a ponerse en guardia, no sabiendo adónde quería ir a parar
el oficial.
-¿Y cómo llegasteis hasta aquí? -A nado.
-¿Y no habéis asistido a un combate entre dos barcos corsarios, que se dice iban
mandados por el Tigre de Malasia, y un crucero?
-No.
-¡Qué extraño!
-Señor, ¿ponéis en duda mis palabras? -preguntó Sandokán, poniéndose en pie.
-¡Dios me libre, príncipe! -respondió el oficial, con ligera ironía.
-¡Oh! ¡Oh! -exclamó el lord, interviniendo-.Baronet William, os ruego que no arméis
disputas en mi casa.
-Perdonadme, milord, no era mi intención -respondió el oficial.
-No se hable más, pues. Probemos ahora otro vaso de este delicioso whisky y luego
levantaremos la mesa, porque la noche ha caído ya, y las selvas de la isla no son seguras
cuando hay mucha oscuridad.
Los convidados hicieron honor por última vez a las botellas del generoso lord; luego
se levantaron todos y salieron al jardín, acompañados de Sandokán y de la lady.
-Señores -dijo lord James-. Espero que volvamos a encontrarnos pronto.
-Podéis estar seguro de que no faltaremos -dijeron a coro los cazadores.
-Y esperamos que no os falte la ocasión de ser más afortunado, baronet William
-añadió, volviéndose hacia el oficial.
-Tiraré mejor -respondió éste, dejando caer sobre Sandokán una mirada iracunda-.
Permitidme ahora una palabra, milord.
-Y dos también, amigo mío.
El oficial le murmuró al oído algo que nadie más pudo oír.
-Está bien -respondió el lord-. Y ahora, buenas noches, amigos, y que Dios os guarde
de malos encuentros.
Los cazadores montaron a caballo y salieron del jardín a galope.
Sandokán, después de haber saludado al lord, que parecía haberse puesto de pronto de
bastante mal humor, y tras haber estrechado apasionadamente la mano a la joven lady, se
retiró a su propia habitación.
En vez de acostarse, se puso a pasear, presa de una viva agitación. Una vaga inquietud
se reflejaba en su rostro y sus manos apretaban la empuñadura del kriss.
Pensaba sin duda en aquella especie de interrogatorio a que lo había sometido el
oficial de marina y que podía esconder una trampa hábilmente urdida. ¿Quién era aquel
oficial? ¿Qué motivos lo habían empujado a interrogarlo de aquel modo? ¿Acaso lo había
encontrado sobre el puente del piróscafo en aquella noche sangrienta? ¿Había sido reconocido
o el oficial sólo tenía una simple sospecha? ¿Acaso se estaba tramando en aquel momento
algo contra el pirata?
-¡Bah! -dijo finalmente Sandokán, encogiéndose de hombros-. Si se preparase alguna
traición, yo sabría ahuyentarla, porque siento que sigo siendo todavía el hombre que nunca ha
temido a estos ingleses. Vamos a descansar, y mañana veremos lo que se debe hacer.
Se echó sobre el lecho sin desnudarse, colocó a su lado el kriss y se durmió
tranquilamente con el dulce nombre de Marianna entre los labios.
Se despertó a eso del mediodía, cuando el sol entraba ya por la ventana, que se había
quedado abierta. Llamó a un criado y le preguntó dónde estaba el lord; éste le respondió que
Página 43