Test Drive | Page 43

cañonazo. -Quizá el viento soplaba de levante -respondió Sandokán, que comenzaba a ponerse en guardia, no sabiendo adónde quería ir a parar el oficial. -¿Y cómo llegasteis hasta aquí? -A nado. -¿Y no habéis asistido a un combate entre dos barcos corsarios, que se dice iban mandados por el Tigre de Malasia, y un crucero? -No. -¡Qué extraño! -Señor, ¿ponéis en duda mis palabras? -preguntó Sandokán, poniéndose en pie. -¡Dios me libre, príncipe! -respondió el oficial, con ligera ironía. -¡Oh! ¡Oh! -exclamó el lord, interviniendo-.Baronet William, os ruego que no arméis disputas en mi casa. -Perdonadme, milord, no era mi intención -respondió el oficial. -No se hable más, pues. Probemos ahora otro vaso de este delicioso whisky y luego levantaremos la mesa, porque la noche ha caído ya, y las selvas de la isla no son seguras cuando hay mucha oscuridad. Los convidados hicieron honor por última vez a las botellas del generoso lord; luego se levantaron todos y salieron al jardín, acompañados de Sandokán y de la lady. -Señores -dijo lord James-. Espero que volvamos a encontrarnos pronto. -Podéis estar seguro de que no faltaremos -dijeron a coro los cazadores. -Y esperamos que no os falte la ocasión de ser más afortunado, baronet William -añadió, volviéndose hacia el oficial. -Tiraré mejor -respondió éste, dejando caer sobre Sandokán una mirada iracunda-. Permitidme ahora una palabra, milord. -Y dos también, amigo mío. El oficial le murmuró al oído algo que nadie más pudo oír. -Está bien -respondió el lord-. Y ahora, buenas noches, amigos, y que Dios os guarde de malos encuentros. Los cazadores montaron a caballo y salieron del jardín a galope. Sandokán, después de haber saludado al lord, que parecía haberse puesto de pronto de bastante mal humor, y tras haber estrechado apasionadamente la mano a la joven lady, se retiró a su propia habitación. En vez de acostarse, se puso a pasear, presa de una viva agitación. Una vaga inquietud se reflejaba en su rostro y sus manos apretaban la empuñadura del kriss. Pensaba sin duda en aquella especie de interrogatorio a que lo había sometido el oficial de marina y que podía esconder una trampa hábilmente urdida. ¿Quién era aquel oficial? ¿Qué motivos lo habían empujado a interrogarlo de aquel modo? ¿Acaso lo había encontrado sobre el puente del piróscafo en aquella noche sangrienta? ¿Había sido reconocido o el oficial sólo tenía una simple sospecha? ¿Acaso se estaba tramando en aquel momento algo contra el pirata? -¡Bah! -dijo finalmente Sandokán, encogiéndose de hombros-. Si se preparase alguna traición, yo sabría ahuyentarla, porque siento que sigo siendo todavía el hombre que nunca ha temido a estos ingleses. Vamos a descansar, y mañana veremos lo que se debe hacer. Se echó sobre el lecho sin desnudarse, colocó a su lado el kriss y se durmió tranquilamente con el dulce nombre de Marianna entre los labios. Se despertó a eso del mediodía, cuando el sol entraba ya por la ventana, que se había quedado abierta. Llamó a un criado y le preguntó dónde estaba el lord; éste le respondió que Página 43