Atravesó como un relámpago un trecho de selva erizado de durion, palmitos, 25 arecas y
colosales alcanforeros, y alcanzó a ver a seis o siete batidores que huían.
¿Adónde vais? -preguntó.
-¡El tigre! -exclamaron los fugitivos.
-¿Dónde está?
-¡Cerca del estanque!
El pirata descabalgó, ató el caballo al tronco de un árbol, se colocó el kriss entre los
dientes y, empuñando la carabina, se lanzó hacia el estanque indicado.
Se percibía en el aire un fuerte olor salvaje, el olor peculiar a felino, que perdura algún
tiempo después de que han pasado.
Miró sobre las ramas de los árboles, desde las que el tigre podía saltarle encima y
siguió con precaución por la orilla del estanque, cuya superficie había sido ligeramente
removida.
-La fiera ha pasado por aquí -dijo-. El ladino ha atravesado el estanque para hacer
perder el rastro a los perros, pero Sandokán es un tigre más astuto.
Volvió al caballo y montó de nuevo. Estaba a punto de volver a marcharse, cuando
oyó cerca un disparo, seguido de una exclamación, cuyo acento lo hizo sobresaltarse.
Se dirigió rápidamente hacia el lugar donde se había escuchado la detonación, y en
medio de una pequeña explanada vio a la joven lady, sobre su pony blanco, con la carabina
aún humeante entre las manos.
En un instante se le acercó, dando un grito de alegría.
-¡Vos... aquí... sola! -exclamó.
-Y vos, príncipe, ¿cómo os encontráis aquí? -preguntó la joven ruborizándose.
-Seguía el rastro del tigre.
-Yo también.
-¿Contra quién habéis disparado?
-Contra la fiera, pero ha huido sin haber sido alcanzada.
-¡Gran Dios!... ¿Por qué exponéis así vuestra vida?
-Para impediros cometer la imprudencia de apuñalar a la fiera con el kriss.
-Os habéis equivocado, milady. Pero la fiera está viva todavía y mi kriss está pronto
para abrirle el corazón.
-¡No lo hagáis! Sois valiente, lo sé, lo leo en vuestros ojos, sois fuerte, sois ágil como
un tigre, pero una lucha cuerpo a cuerpo con la fiera podría seros fatal.
-¡Qué importa! Quisiera que me causara tan crueles heridas, que me duraran un año
entero.
-¿Y por qué? -preguntó la jovencita, sorprendida.
-Milady -dijo el pirata aproximándose aún más-, ¿no sabéis que mi corazón estalla
cuando pienso que llegará un día en que tendré que dejaros para siempre y no volver a veros
jamás? Si el tigre me destrozara, al menos podría permanecer aún bajo vuestro techo, gozaría
otra vez de esas dulces emociones experimentadas, cuando vencido y herido yacía sobre el
lecho del dolor. ¡Sería feliz, muy feliz, si otras crueles heridas me obligaran a permanecer
todavía junto a vos, respirar vuestro mismo aire, oír vuestra deliciosa voz, embriagarme con
vuestra mirada y vuestras sonrisas! Milady, vos me habéis embrujado, siento que lejos de vos
no podría vivir, no volvería a tener paz, sería un desgraciado. ¿Qué habéis hecho de mí? ¿Qué
habéis hecho de mi corazón, en otro tiempo inaccesible a cualquier pasión? Mirad: sólo de
veros estoy temblando y siento que la sangre me quema en las venas.
25
Palmera de tronco corto, ramificado y de hojas de abanico. La parte central del