Test Drive | Page 37

se alteró espantosamente, adquiriendo una expresión feroz. El Tigre de Malasia, fascinado hasta ese momento, embrujado, se despertaba de improviso, ahora que se sentía curado. Volvía a ser el pirata despiadado, sanguinario, de corazón inaccesible a cualquier pasión. -¿Qué iba a hacer? -exclamó con voz ronca, pasándose las manos por la ardorosa frente-. ¿Será realmente verdad que amo a esa joven? ¿Ha sido un sueño o una inexplicable locura? ¿Es posible que ya no sea yo el pirata de Mompracem, pues me siento atraído por una fuerza irresistible hacia esa hija de una raza a la que juré odio eterno? ¡Amar yo!... ¡Yo, que no he experimentado más que impulsos de odio y que llevo el nombre de una bestia sanguinaria!... ¿Acaso puedo olvidar mi salvaje Mompracem, a mis cachorros, a mi Yáñez, que quizá me están esperando ansiosamente? ¿Acaso he olvidado que los compatriotas de esa joven sólo están esperando el momento propicio para destruir mi poder? ¡Fuera esta visión que me ha perseguido durante tantas noches, fuera estos temblores indignos del Tigre de Malasia! ¡Apaguemos este volcán que arde en mi corazón y hagamos surgir en su lugar mil abismos entre mí y esa sirena hechicera!... ¡Vamos, Tigre, deja oír tu rugido, sepulta el agradecimiento que debes a estas personas que te han curado; vete, huye lejos de estos lugares, regresa a ese mar que sin quererlo te empujó a estas playas, vuelve a ser el temido pirata de la formidable Mompracem! Hablando así, Sandokán se había puesto de pie ante la ventana con los puños cerrados y los dientes apretados, todo él temblando de cólera. Le parecía que se había convertido en un gigante y que oía en la lejanía los aullidos de sus cachorros, que lo llamaban a l