Test Drive | Page 24

durante algunos minutos pudieron resistir a todos aquellos enemigos, pero al fin, acosados por los mosquetes de los hombres de las cofas y por los sables de los que estaban a su espalda, hostigados por las bayonetas, aquellos valientes cayeron. Sandokán y otros cuatro, cubiertos de heridas, con las armas ensangrentadas hasta la empuñadura, en un esfuerzo prodigioso, se abrieron paso e intentaron ganar la proa para detener a cañonazos aquella avalancha de hombres. Ya en mitad del puente, Sandokán