Test Drive | Page 19

-Ahora podemos estar seguros -dijo Sandokán-. ¿Has enviado dos hombres a la desembocadura? -Sí, Tigre de Malasia. Deben de estar emboscados entre los bambúes. -Muy bien. -¿Esperaremos a la noche para salir al mar? -Sí, Sabau. ¿Lograremos engañar al crucero? -La luna aparecerá bastante tarde y quizá ni se divise. Veo acercarse algunas nubes desde el sur. -¿Tomaremos la ruta de Mompracem, capitán? -Directamente. -¿Sin vengarnos? -Somos muy pocos, Sabau, para enfrentarnos con la tripulación del crucero; y además, ¿cómo responder a su artillería? Nuestro barco ya no está en condiciones de sostener un segundo combate. -Es verdad, capitán. -Paciencia por ahora; el día de la revancha llegará muy pronto. Mientras los dos jefes charlaban, sus hombres trabajaban con febril encarnizamiento. Eran todos valientes marinos, y entre ellos no faltaban carpinteros ni maestros del hacha. En sólo cuatro horas construyeron dos nuevos palos, arreglaron las amuradas, taparon todos los agujeros y repusieron las jarcias, ya que tenían a bordo abundancia de cables, fibras, cadenas y gúmenas.21 A las diez, el barco podía no sólo hacerse de nuevo a la mar, sino incluso emprender otro combate, pues habían levantado también barricadas formadas con troncos de árbol para proteger el cañón y las espingardas. Durante aquellas cuatro horas, ningún bote del crucero se había atrevido a mostrarse en las aguas de la bahía. El comandante inglés, sabiendo con quién tenía que luchar, no había considerado oportuno comprometer a sus hombres en una batalla terrestre. Por otra parte, estaba absolutamente seguro de obligar a los piratas a rendirse o de rechazarlos nuevamente hacia la costa, si hubieran intentado atacarlo o lanzarse a mar abierto. Alrededor de las once, Sandokán, que había tomado la resolución de intentar la salida al mar, llamó a los hombres que había mandado a vigilar la desembocadura del río. -¿Está libre la bahía? -les preguntó. -Sí -contestó uno de los dos. -¿Y el crucero? -Se encuentra delante de la bahía. -¿Muy lejos? -A media milla. -Tendremos espacio suficiente para pasar -murmuró muró Sandokán-. Las tinieblas protegerán nuestra retirada. Después, mirando a Sabau, dijo: -En marcha. Enseguida, quince hombres se pusieron al banco de los remos y con un poderoso impulso empujaron el prao hasta el río. -Que nadie grite, bajo ningún pretexto -dijo Sandokán con voz imperiosa-. Tened bien abiertos los ojos y las armas preparadas. Nos estamos jugando una partida tremenda. 21 Maroma gruesa que sirve en los barcos para atar las áncoras y para otros usos Página 19