Test Drive | Page 18

buque de guerra, se alejaron con rapidez, refugiándose en el río. ¡No pudo ser más a tiempo! El pobre barco, que hacía agua por todas partes, a pesar de los tapones puestos apresuradamente en los agujeros abiertos por las balas del crucero, se hundía lentamente. Gemía como un moribundo bajo el peso del agua que lo invadía, y escoraba, tendiendo a inclinarse a babor. Sandokán, que se había puesto al timón, lo dirigió hacia la orilla próxima y lo embarrancó en un banco de arena. Apenas se dieron cuenta los piratas de que ya no corría peligro de hundirse, irrumpieron sobre cubierta como una manada de tigres hambrientos, con las armas en la mano, los rasgos contraídos por el furor, dispuestos a recomenzar la lucha con igual ferocidad y resolución. Sandokán los detuvo con un gesto, y luego, mirando el reloj que llevaba en la cintura, dijo: -Son las seis: dentro de dos horas el sol habrá desaparecido y las tinieblas se apoderarán del mar. Que todos se pongan a trabajar con rapidez, de manera que a medianoche el prao esté listo para volver al mar. -¿Atacaremos al crucero? -preguntaron los piratas, agitando frenéticamente las armas. -No os lo prometo, pero os juro que muy pronto llegará el día en que vengaremos esta derrota. Y junto al relampagueo de los cañones, se verá ondear nuestra bandera en los baluartes de Victoria. -¡Viva el Tigre! -gritaron los piratas. -Silencio -tronó Sandokán-. Que vayan dos hombres a la desembocadura del río a espiar el crucero y otros dos a los bosques para evitar toda posible sorpresa; curad a los heridos, y después, todos a trabajar. Mientras los piratas se apresuraban a vendar las heridas que habían sufrido sus compañeros, Sandokán se acercó a popa y se quedó algunos minutos en observación, dirigiendo su mirada hacia la bahía, cuyo espejo de agua podía verse a través de un desgarrón, de la selva. Intentaba sin duda descubrir el crucero, que al parecer no se atrevía a aproximarse demasiado a la costa, quizá por miedo a encallar en los numerosos bancos de arena que se extendían por aquel lugar. -Sabe con quién se enfrenta -murmuró el formidable pirata-. Espera que nos hagamos nuevamente a