Test Drive | Page 180

El primer prao estaba ya cerca. Los dos nadadores se agarraron a una gúmena que les habían lanzado y subieron hasta el puente con la rapidez de dos auténticos cuadrumanos. Un hombre se arrojó hacia Sandokán, estrechándolo contra su pecho con fuerza. -¡Ah, mi pobre hermano! -exclamó-. ¡Creí que ya no volvía a verte jamás!... Sandokán abrazó al bravo portugués, mientras la tripulación seguía gritando: -¡Viva el Tigre! -Ven a mi camarote -dijo Yáñez-. Tienes que contarme muchas cosas que deseo ardientemente conocer. Sandokán lo siguió sin hablar y bajaron al camarote, mientras los barcos. proseguían el viaje con todas las velas desplegadas. El portugués destapó una botella de ginebra y se la pasó a Sandokán, que vació uno tras otro varios vasos. -Vamos, cuenta: ¿cómo es que ahora te recojo en el mar, cuando yo sospechaba que estabas prisionero o muerto a bordo del piróscafo que voy siguiendo encarnizadamente desde hace veinte horas? -¡Ah! ¿Seguías al crucero? Lo sospechaba. -¡Por Júpiter! Dispongo de tres barcos y de ciento veinte hombres, ¿y no quieres que lo siga? -Pero ¿dónde has podido reunir tantas fuerzas? -¿Sabes quiénes son los comandantes de los dos barcos que me siguen? -Desde luego que no. -Paranoa y Maratúa. -¿Entonces no se hundieron durante la borrasca que nos sorprendió junto a Labuán? -Como ves, no. Maratúa fue arrojado hacia la isla de Pulo Gaya y Paranoa se refugió en la bahía de Ambong. Se detuvieron allí varios días para reparar las graves averías sufridas, y después marcharon a Labuán, donde se encontraron. Al no hallarnos en la bahía, volvieron a Mompracem; los encontré ayer tarde cuando estaban ya decididos a dirigirse a la India, sospechando que nosotros nos habríamos dirigido allí. -¿Y desembarcaron en Mompracem? ¿Quién ocupa ahora mi isla? LA CORNUDILLA. HACIA LAS TRES ISLAS 369 -Nadie, pues los ingleses la abandonaron después de haber incendiado nuestro poblado y de haber hecho saltar los últimos bastiones. -Es mejor así -murmuró Sandokán, suspirando. -Y ahora, ¿qué te ha ocurrido a ti? Te vi abordar el buque mientras yo despanzurraba la cañonera a cañonazos, después oí los hurras de victoria de los ingleses y luego nada más. Huí al menos para salvar los tesoros que llevaba, pero después me eché tras las huellas del crucero, con la esperanza de alcanzarlo y abordarlo. -Caí sobre el puente del barco enemigo, medio machacado de un mazazo, y fui hecho prisionero junto con Juioko. Las píldoras que, como tú sabes, llevaba siempre conmigo, me han salvado. -Comprendo -dijo Yáñez estallando en una carcajada-. Os lanzaron al mar creyéndoos muertos. ¿Pero qué ha sido de Marianna? -Está prisionera en el crucero -respondió Sandokán con voz sombría. -¿Quién conducía el buque? -El baronet, pero lo maté en la reyerta. -Me lo había imaginado. ¡Por Baco! Qué mal fin ha tenido ese pobre rival. -¿Qué piensas hacer ahora? -¿Qué harías tú? Página 180