precipitó hacía adelante, azotando furiosamente las aguas.
-¡Capitán!..............exclamó Juioko.
El Tigre de Malasia, que empezaba a perder la paciencia, en vez de seguir retirándose,
abandonó bruscamente el salvavidas y, colocándose el puñal entre los dientes, se movió
resueltamente contra el escualo.
-¡También tú vienes contra mí! -gritó-. ¡Veremos si el tigre del mar será más fuerte
que el Tigre de Malasia!
-Dejadla marchar, capitán -suplicó Juioko.
-Quiero acabar con ella -respondió Sandokán con ira-. ¡A nosotros, condenado
escualo!
El pez martillo, espantado por el fuerte grito y por la actitud de Sandokán, en vez de
continuar su carrera se detuvo, deslizándose a derecha e izquierda de las olas, y luego se
sumergió.
-Viene por debajo, capitán -gritó el dayako.
Se equivocaba. El escualo volvió un instante después a la superficie y, contrariamente
a sus instintos feroces, en vez de volver a intentar el ataque se lanzó hacia alta mar,
jugueteando en la estela de la nave.
Sandokán y Juioko se quedaron quietos durante unos instantes, siguiendo con la vista
al escualo, y luego, al ver que no pensaba más en ellos, al menos por el momento,
reemprendieron la retirada dirigiéndose hacía el noroeste.
El peligro no había cesado todavía, pues la cornudilla, a pesar de que continuaba
jugueteando, no los perdía de vista. De un coletazo echaba con frecuencia más de medio
cuerpo fuera del agua para asegurarse de su dirección, y luego en pocos saltos recuperaba el
camino perdido, manteniéndose siempre a una distancia de sesenta metros. Probablemente
quería esperar el momento propicio para volver a intentar
En efecto: poco después Juioko, que se encontraba un poco más atrás, vio al escualo
avanzar rumorosamnte, sacudiendo la cabeza y lanzando poderosos coletazos.
Describió en torno a los dos nadad culo, y luego comenzó a dar vueltas un agua y otras
por debajo, tendiendo sie más sus giros.
-¡Cuidado, capitán! -gritó Juioko
-Estoy preparado para recibirlo - Sandokán.
-Y yo para ayudaros.
-¿Se te ha pasado el miedo?
-Empiezo a esperar que así sea.
-No abandones el salvavidas ante de que yo de la señal. Intentemos entretanto forzar el
cerco
Con la mano izquierda sujeta en torno al flotador, con la derecha armada del puñal,
los dos piratas se pusieron a batirse en retirada, volviendo siempre la cara hacia el escualo
Éste no los abandonaba, sino que continuaba ciñéndolos más de cerca, levantando con
auténticas olas y enseñando sus agudos dientes que blanqueaban siniestramente en la
oscuridad
De pronto dio un salto gigantesco saliendo completamente del agua, y se precipitó
sobre Sandokán que estaba más cerca de él.
El Tigre de Malasia, abandonando el salvavidas se dispuso a sumergirse, mientras
Juioko que había recobrado su audacia ante la inminencia del peligro se lanzaba hacia
adelante con el puñal levantado.
La cornudilla, al ver a Sandokán desaparecer bajo el agua, de un coletazo se hurtó al
ataque de Juioko y se sumergió a su vez.
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