Test Drive | Page 176

-Ésas no nos dan miedo a nosotros. Continuaron nadando, el uno al lado del otro, durante otra hora, escudriñando siempre atentamente el horizonte y echando ojeadas a su alrededor por miedo de ver aparecer los temidos escualos; luego ambos se detuvieron y se miraron uno a otro. -¿Has oído? -preguntó Sandokán. -Sí -respondió el dayako. -El silbido de una nave de vapor, ¿verdad? -Sí, capitán. -¡Manténte firme! Se apoyó en los hombros del dayako y de un impulso sacó más de medio cuerpo fuera del agua. Mirando hacia el norte, vio dos puntos luminosos que surcaban el mar a una distancia de dos o tres millas. -Una nave avanza hacia nosotros -dijo con voz un poco conmovida. -Entonces podemos hacer que nos recoja -dijo Juioko. -No sabemos a qué nación pertenece, ni si es mercantil o de guerra. -¿De dónde viene? -Del norte. -Peligrosa ruta, capitán. -Eso pienso también yo. Puede ser una de las naves que ha tomado parte en el bombardeo de Mompracem y que va en busca del prao de Yáñez. -¿Y la dejaremos marchar sin que nos recoja? -La libertad cuesta demasiado cara para perderla nuevamente, Juioko. Si llegaran a apresarnos por segunda vez, ya sí que no nos salvaría nadie, y tendría que renunciar para siempre a la esperanza de volver a ver a Marianna. Pero puede ser una nave mercantil. Volvió a apoyarse en los hombros de Juioko, mirando atentamente ante sí. Como la noche no era muy oscura, pudo distinguir claramente la nave que se dirigía a su encuentro. -¡Ni un grito, Juioko! -exclamó, volviendo a caer en el agua-. Es un barco de guerra, estoy seguro. -¿Grande? -Me parece un crucero. -¿Será inglés? -No cabe duda acerca de su nacionalidad. -¿Lo dejaremos pasar? -No podemos hacer absolutamente nada. Prepárate para sumergirte, porque esa nave pasará a poca distancia de nosotros. Ánimo, amigo, abandonemos los salvavidas y estemos preparados. El crucero -al menos tal lo creía Sandokán y quizá con razón- avanzaba rápidamente, levantando a sus lados verdaderas oleadas a causa de las ruedas. Su dirección se mantenía hacia el sur, así que debía pasar a poquísima distancia de los dos piratas. Sandokán y Juioko, apenas lo vieron a ciento cincuenta metros, se hundieron poniéndose a nadar bajo el agua. En el momento en que volvían a salir a la superficie para respirar, oyeron una voz que gritaba: -Juraría haber visto dos cabezas a babor. Si no estuviera seguro de que tenemos a popa una cornudilla, mandaría echar al agua una chalupa. Al oír aquellas palabras, Sandokán y Juioko volvieron a zambullirse enseguida, pero su inmersión duro poco. Por fortuna para ellos, cuando reaparecieron, vieron al buque alejarse rápidamente hacia el sur. Se encontraban entonces en medio de la estela blanquecina de espuma. Las olas Página 176