todos sus habitantes.
Se detuvo, clavándose las uñas en las carnes.
-¡Maldito sea el día en que me llamé el Tigre de Malasia, maldito sea el día en que me
hice vengador y pirata, desencadenando contra mí el odio de los pueblos, ese odio que se
interpone, como un horrible espectro, entre mí y esta divina muchacha! ¡Si no hubiera sido
nunca cruel y sanguinario, al menos no estaría hoy encadenado a bordo de este barco