-Pero ya no encadenado, me parece.
-No soy hombre para tener las cadenas en las manos largo tiempo.
-Una bonita fuerza, a fe mía, señor.
-Dejaos de cháchara, señor, y decidme qué queréis. -He sido enviado aquí para ver si
tenéis necesidad de algún cuidado.
-No estoy herido, señor.
-Y sin embargo habéis recibido un mazazo en el cráneo.
-Que mi turbante ha sido suficiente para amortiguar. -¡Qué hombre! -exclamó el
teniente con sincera admiración.
-¿Habéis terminado?
-Todavía no, Tigre de Malasia.
-Vamos, ¿qué queréis?
-Me