su camarote, subió al alcázar llamándoos a gritos. Algunos marineros, al verla, se dispusieron
enseguida a lanzar una chalupa al mar para recogerla. Si hubieran tardado unos minutos más,
la muchacha habría desaparecido en el remolino abierto en el prao.
-¿Y estaba viva todavía?
-Sí, capitán. Ella seguía llamándoos cuando la llevaban al puente.
-¡Maldición!... ¡Y no haber podido correr en su ayuda!
-Lo intentamos, capitán. No éramos más que cuatro