Test Drive | Page 139

La resistencia de los ingleses, sin embargo, ya no podía durar mucho. El Tigre, arrastrando otra vez a sus hombres al ataque, logró finalmente rechazar a los defensores, que se replegaron confusamente unos sobre otros. -¡Resiste, Yáñez! -tronó Sandokán, descargando una tempestad de cimitarrazos contra el enemigo, que intentaba cerrarle el paso-. Aguanta, que voy a reunirme contigo. Pero precisamente en aquel momento el sable del portugués se partió por la mitad. Se encontró desarmado, con la muchacha desvanecida todavía y el lord delante de él. -¡Auxilio, Sandokán! -gritó. Lord Guillonk se precipitó encima lanzando un grito de triunfo, pero Yáñez no se asustó. Se echó rápidamente a un lado evitando el sable -y luego golpeó al lord con la cabeza, arrojándolo al suelo. No obstante, cayeron ambos y empezaron a luchar, intentando estrangularse, rodando entre los muertos y los heridos. -John -dijo el lord, viendo caer a un soldado pocos pasos con el rostro partido de una cuchillada ¡Mata a lady Marianna! ¡Te lo ordeno! El soldado, haciendo un esfuerzo desesperado, s, irguió sobre las rodillas con la daga en la mano, dispuesto a obedecer, pero no tuvo tiempo. Los ingleses, oprimidos por el número, caían uno a uno bajo las hachas de los piratas y el Tigre estaba allí, a dos pasos. De un empujón irresistible derribó a los hombres que aú