Test Drive | Page 133

-¿Te has vuelto hidrófobo, Sandokán?... Lloraba por ti. -¡Ah, sublime criatura! -exclamó el pirata-. Cuéntamelo todo, Yáñez, te lo ruego. El portugués no se lo hizo repetir y le contó primero lo que había sucedido entre él y el lord y a continuación su conversación con la muchacha. -El viejo parece decidido a partir -concluyó-, así que ahora puedes estar seguro de que no volverás solo a Mompracem. Pero sé prudente, hermano, porque hay bastantes soldados en el jardín y tendremos que luchar bien para reducir la escolta. Y además, no me fío mucho de ese viejo. Sería capaz de matar a su sobrina antes que dejársela arrebatar por ti. -¿Volverás a verla esta noche? -Desde luego. -¡Ah!... ¡Si pudiera entrar yo también en la quinta!... -¡Qué locura! -¿Cuándo se pondrá en marcha el lord? -No lo sé todavía, pero creo que esta noche tomará una decisión. -¿Va a salir esta misma noche? -Lo supongo. -¿Cómo poder saberlo con certeza? -No hay más que un medio. -¿Cuál? -Manda a uno de nuestros hombres al quiosco chino o al invernadero y que aguarde allí mis órdenes. -¿Hay centinelas diseminados por el jardín? -No los he visto más que en las verjas -respondió Yáñez. -¿Y si fuese yo al invernadero? -No, Sandokán. Tú no debes abandonar este sendero. El lord podría precipitar la marcha, y tu presencia es necesaria aquí para guiar a nuestros hombres. Bien sabes que vales por diez. -Mandaré a Paranoa. Es hábil, es prudente y llegará al invernadero sin que lo descubran. Apenas se haya puesto el sol, saltará la cerca e irá a esperar tus órdenes. Se quedó un momento silencioso y luego dijo: -¿Y si el lord cambiase de opinión y se quedase en la quinta? -¡Diablo! ¡Sería un feo asunto! -¿No podrías abrirnos tú la puerta a medianoche y dejarnos entrar en la quinta? ¿Y por qué no?... Me parece un proyecto factible. -Y a mí me parece difícil, Sandokán. La guarnición es numerosa, podrían atrincherarse en las habitaciones y oponer una larga resistencia. Y además el lord, si se viera perdido, podría dejarse llevar de la ira y disparar su pistola contra la muchacha. No te fíes de ese hombre, Sandokán. -Es verdad -dijo el Tigre con un suspiro-. ¡Lord James sería capaz de asesinar a la muchacha, antes que dejársela arrebatar por mí! -¿Esperarás? -Sí, Yáñez. Pero si no se decide a marchar pronto, intentaré un golpe desesperado. No podemos quedarnos mucho tiempo aquí. Es preciso que rapte a la muchacha antes que en Victoria se sepa que estamos aquí y que en Mompracem hay pocos hombres. Temo por mi isla. Si la perdiéramos, ¿qué sería de nosotros?... Están allí nuestros tesoros. -Intentaré convencer al lord de que apresure la marcha. Entretanto, manda armar el prao y reunir aquí a toda la tripulación. Hay que romper la escolta de improviso, para impedir que el lord se deje arrastrar a cualquier acto desesperado. -¿Hay muchos soldados en la quinta? Página 133