Test Drive | Page 107

Los de la quinta, comprendiendo finalmente que se trataba de algo grave y sospechando quizá que sus compañeros habían descubierto al formidable Tigre de Malasia, corrían a través del jardín para alcanzar las empalizadas. -Demasiado tarde, queridos míos -dijo Yáñez-. Llegaremos nosotros antes. -Vamos a escape -dijo Sandokán-. No nos dejaremos cortar el camino. -Mis piernas están listas. Volvieron a correr con el mismo vigor, manteniéndose ocultos en medio de los árboles y, una vez llegados a la cerca, la atravesaron de dos saltos, dejándose caer del otro lado. -¿No hay nadie? -preguntó Sandokán. -No se ve un alma. -Lancémonos al bosque. Les haremos perder nuestra pista. La selva no estaba más que a dos pasos. Ambos se metieron en el interior, corriendo hasta perder el resuello