-¿Quién puede asegurarlo?
-¿Quieres hacer que me entre fiebre, Sandokán?
-Cualquier otra patrulla puede pasar por estas cercanías y hacer una nueva
exploración.
-Me parece que esto marcha mal para nosotros, hermanito mío. ¡Si tu muchacha
pudiera sacarnos de esta fea situación!...
-¡Pobre Marianna! ¡Quién sabe cómo la vigilarán! ¡Y quién sabe cuánto sufrirá sin
tener noticias nuestras! Daría cien gotas de mi sangre por poder decirle que estamos vivos
todavía.
-Se encuentra en condiciones mucho mejores que nosotros, hermanito mío. No pienses
más en ella por ahora. ¿Quieres que aprovechemos estos momentos de tregua para dormir
unas horas? Un poco de descanso nos vendrá bien.
-Sí, pero con un ojo abierto.
-Me gustaría dormir con los dos ojos abiertos. Vamos a tumbarnos detrás de esos
tiestos e intentaremos dormir.
El portugués y su compañero, a pesar de que no se sentían completamente tranquilos,
se acomodaron lo mejor posible en medio de las rosas de China, intentando saborear un poco
de descanso.
Pero a pesar de toda su buena voluntad, no fueron capaces de pegar ojo. El temor de
ver aparecer otra vez a los soldados de lord James los tenía constantemente despiertos. Incluso
varias veces, para calmar su creciente ansiedad, se levantaron y salieron del invernadero para
ver si sus enemigos se acercaban.
Cuando despuntó el alba, los ingleses volvieron a revisar el jardín con mayor
encarniza