Test Drive | Page 25

mañana. Despedimos a nuestros coches y, guiados por el señor Merryweather, nos metimos por un estrecho pasadizo y penetramos por una puerta lateral que Merryweather nos abrió. Recorrimos un pequeño pasillo que terminaba en una puerta de hierro muy pesada. También ésta se abrió, dejándonos pasar a una escalera de piedra que terminaba en otra puerta formidable. El señor Merryweather se detuvo para encender una linterna y luego nos siguió por un oscuro corredor que olía a tierra, hasta llevarnos, tras abrir una tercera puerta, a una enorme bóveda o sótano, en el que se amontonaban por todas partes grandes cajas y cajones. ––No es usted muy vulnerable por arriba ––comentó Holmes, levantando la linterna y mirando a su alrededor. ––Ni por abajo ––respondió el señor Merryweather, golpeando con su bastón las losas que pavimentaban el suelo––. Pero... ¡válgame Dios! ¡Esto suena a hueco! ––exclamó, alzando sorprendido la mirada. ––Debo rogarle que no haga tanto ruido ––dijo Holmes con tono severo––. Acaba de poner en peligro el éxito de nuestra expedición. ¿Puedo pedirle que tenga la bondad de sentarse en uno de esos cajones y no interferir? El solemne señor Merryweather se instaló sobre un cajón, con cara de sentirse muy ofendido, mientras Holmes se arrodillaba en el suelo y, con ayuda de la linterna y de una lupa, empezaba a examinar atentamente las rendijas que había entre las losas. A los pocos segundos se dio por satisfecho, se puso de nuevo en pie y se guardó la lupa en el bolsillo. ––Disponemos por lo menos de una hora ––dijo––, porque no pueden hacer nada hasta que el bueno del prestamista se haya ido a la cama. Entonces no perderán ni un minuto, pues cuanto antes hagan su trabajo, más tiempo tendrán para escapar. Como sin duda habrá adivinado, doctor, nos encontramos en el sótano de la sucursal en la City de uno de los principales bancos de Londres. El señor Merryweather es el presidente del consejo de dirección y le explicará qué razones existen para que los delincuentes más atrevidos de Londres se interesen tanto en su sótano estos días. ––Es nuestro oro francés ––susurró el director––. Ya hemos tenido varios avisos de que p