número 17, cerca de San Pablo. »Salí disparado, señor Holmes, pero cuando llegué a esa
dirección me encontré con que se trataba de una fábrica de rodilleras artificiales y que allí
nadie había oído hablar del señor William Morris ni del señor Duncan Ross.
––¿Y qué hizo entonces? ––preguntó Holmes.
––Volví a mi casa en Saxe-Coburg Square y pedí consejo a mi empleado. Pero no pudo
darme ninguna solución, aparte de decirme que, si espera &