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soltarme––, lo cual indica que todo está como es debido. Tenemos que ser muy cuidadosos, porque ya nos han engañado dos veces con pelucas y una con tinte. Podría contarle historias sobre tintes para zapatos que le harían sentirse asqueado de la condición humana ––se acercó a la ventana y gritó por ella, con toda la fuerza de sus pulmones, que la plaza estaba cubierta. Desde abajo nos llegó un gemido de desilusión, y la multitud se desbandó en distintas direcciones hasta que no quedó una cabeza pelirroja a la vista, exceptuando la mía y la del gerente. »––Me llamo Duncan Ross ––dijo éste––, y soy uno de los pensionistas del fondo legado por nuestro noble benefactor. ¿Está usted casado, señor Wilson? ¿Tiene usted familia? »Le respondí que no. Al instante se le demudó el rostro. »––¡Válgame Dios! ––exclamó muy serio––. Esto es muy grave, de verdad. Lamento oírle decir eso. El legado, naturalmente, tiene como objetivo la propagación y expansión de los pelirrojos, y no sólo su mantenimiento. Es un terrible inconveniente que sea usted soltero. »Al oír aquello, puse una cara muy larga, señor Holmes, pensando que después de todo no iba a conseguir la plaza; pero después de pensárselo unos minutos, el gerente dijo que no importaba. »––De tratarse de otro ––dijo––, la objeción habría podido ser fatal, pero creo que debemos ser un poco flexibles a favor de un hombre con un pelo como el suyo. ¿Cuándo podrá hacerse cargo de sus nuevas obligaciones? »––Bueno, hay un pequeño problema, ya que tengo un negocio propio ––dije. »––¡Oh, no se preocupe de eso, señor Wilson! ––dijo Vincent Spaulding––. Yo puedo ocuparme de ello por usted. »––¿Cuál sería el horario? ––pregunté. »––De diez a dos. »Ahora bien, el negocio del prestamista se hace principalmente por las noches, señor Holmes, sobre todo las noches del jueves y el viernes, justo antes del día de paga; de manera que me vendría muy bien ganar algún dinerillo por las mañanas. Además, me constaba que mi empleado era un buen hombre y que se encargaría de lo que pudiera presentarse. »––Me viene muy bien ––dije––. ¿Y la paga? »––Cuatro libras a la semana. »––¿Y el trabajo? »––Es puramente nominal. »––¿Qué entiende usted por puramente nominal? »––Bueno, tiene usted que estar en la oficina, o al me