nuestro viaje de regreso a casa, intenté varias veces sondearle al respecto, pero él siempre
desvió la conversación hacia otros temas, hasta que por fin me di por vencido. Todavía
no eran las tres cuando llegamos de vuelta a nuestras habitaciones. Holmes se metió
corriendo en la suya y salió a los pocos minutos, vestido como un vulgar holgazán. Con
una chaqueta astrosa y llena de brillos, el cuello levantado, corbata roja y botas muy
gastadas, era un ejemplar perfecto de la especie.
––Creo que esto servirá ––dijo mirándose en el espejo que había sobre la chimenea––.
Me gustaría que viniera usted conmigo, Watson, pero me temo que no puede ser. Puede
que esté sobre la buena pista, y puede que esté siguiendo un fuego fatuo, pero pronto
saldremos de dudas. Espero volver en pocas horas.
Cortó una rodaja de carne de una pieza que había sobre el aparador, la metió entre dos
rebanadas de pan y, guardándose la improvisada comida en el bolsillo, emprendió su expedición.
Yo estaba terminando de tomar el té cuando regresó; se notaba que venía de un humor
excelente, y traía en la mano una vieja bota de elástico. La tiró a un rincón y se sirvió una
taza de té.
––Sólo vengo de pasada ––dijo––. Tengo que marcharme en seguida.
––¿Adónde?
––Oh, al otro lado del West End. Puede que tarde algo en volver. No me espere si se
hace muy tarde.
––¿Qué tal le ha ido hasta ahora?
––Así, así. No tengo motivos de queja. He vuelto a estar en Streatham, pero no llamé a
la casa. Es un problema precioso, y no me lo habría perdido por nada del mundo. Pero no
puedo quedarme aquí chismorreando; tengo que quitarme estas deplorables ropas y
recuperar mi respetable personalidad.
Por su manera de comportarse, se notaba que tenía más motivos de satisfacción que lo
que daban a entender sus meras palabras. Le brillaban los ojos e incluso tenía un toque de
color en sus pálidas mejillas. Subió cor &