10. El aristócrata solterón
Hace ya mucho tiempo que el matrimonio de lord St. Simon y la curiosa manera en que
terminó dejaron de ser temas de interés en los selectos círculos en los que se mueve el
infortunado novio. Nuevos escándalos lo han eclipsado, y sus detalles más picantes han
acaparado las murmuraciones, desviándolas de este drama que ya tiene cuatro años de
antigüedad. No obstante, como tengo razones para creer que los hechos completos no se
han revelado nunca al público en general, y dado que mi amigo Sherlock Holmes desempeñó
un importante papel en el esclarecimiento del asunto, considero que ninguna
biografía suya estaría completa sin un breve resumen de este notable episodio.
Pocas semanas antes de mi propia boda, cuando aún compartía con Holmes el
apartamento de Baker Street, mi amigo regresó a casa después de un paseo y encontró
una carta aguardándole encima de la mesa. Yo me había quedado en casa todo el día,
porque el tiempo se había puesto de repente muy lluvioso, con fuertes vientos de otoño, y
la bala que me había traído dentro del cuerpo como recuerdo de mi campaña de
Afganistán palpitaba con monótona persistencia. Tumbado en una poltrona con una
pierna encima de otra, me había rodeado de una nube de periódicos hasta que, saturado al
fin de noticias, los tiré a un lado y me quedé postrado e inerte, contemplando el escudo y
las iniciales del sobre que había encima de la mesa, y preguntándome perezosamente
quién sería aquel noble que escribía a mi amigo.
––Tiene una carta de lo más elegante ––comenté al entrar él––. Si no recuerdo mal, las
cartas de esta mañana eran de un pescadero y de un aduanero del puerto.
––Sí, desde luego, mi correspondencia tiene el encanto de la variedad ––respondió él,
sonriendo––. Y, por lo general, las más humildes son las más interesantes. Ésta parece
una de esas molestas convocatorias sociales que le obligan a uno a aburrirse o a mentir.
Rompió el lacre y echó un vistazo al contenido.
––¡Ah, caramba! ¡Después de todo, puede que resulte interesante!
––¿No es un acto social, entonces?
––No; estrictamente profesional.
––¿Y de un cliente noble?
––Uno de los grandes de Inglaterra.
––Querido amigo, le felicito.
––Le aseguro, Watson, sin falsa modestia, que la categoría de mi cliente me importa
mucho menos que el interés que ofrezca su caso. Sin embargo, es posible que esta nueva
investigación no carezca de interés. Ha leído usted con atención los últimos periódicos,
¿no es cierto?
––Eso parece ––dije melancólicamente, señalando un enorme montón que había en un
rincón––. No tenía otra cosa que hacer.
––Es una suerte, porque así quizás pueda ponerme al corriente. Yo no leo más que los
sucesos y los anuncios personales. Estos últimos son siempre instructivos. Pero si usted
ha seguido de cerca los últimos acontecimientos, habrá leído acerca de lord St. Simon y
su boda.
––Oh, sí, y con el mayor interés.
––Estupendo. La carta que tengo en la mano es de lord St. Simon. Se la voy a leer y, a
cambio, usted repasará esos periódicos y me enseñará todo lo que tenga que ver con el
asunto. Esto es lo que dice:
«Querido señor Sherlock Holmes: Lord Backwater me asegura que puedo confiar
plenamente en su juicio y discreción. Así pues, he decidido hacerle una visita para
consultarle con respecto al dolorosísimo suceso acaecido en relación con mi boda. El
señor Lestrade, de Scotland Yard, se encuentra ya trabajando en el asunto, pero me ha
asegurado que no hay inconveniente alguno en que usted coopere, e incluso cree que
podría resultar de alguna ayuda. Pasaré a verle a las cuatro de la tarde, y le agradecer