Test Drive | Page 116

menos a cien millas de aquí. Los temores de Holmes se vieron confirmados, porque hasta la fecha no se ha vuelto a saber ni una palabra de la hermosa mujer, el siniestro alemán y el sombrío inglés. A primera hora de aquella mañana, un campesino se había cruzado con un coche que rodaba apresuradamente en dirección a Reading, cargado con varias personas y varias cajas muy voluminosas, pero allí se perdió la pista de los fugitivos, y ni siquiera el ingenio de Holmes fue capaz de descubrir el menor indicio de su paradero. Los bomberos se sorprendieron mucho ante los extraños dispositivos que encontraron en la casa, y aún más al descubrir un pulgar humano recién cortado en el alféizar de una ventana del segundo piso. Hacia el atardecer sus esfuerzos dieron por fin resultados y lograron dominar el fuego, pero no sin que antes se desplomara el tejado y la casa entera quedara tan absolutamente reducida a ruinas que, exceptuando algunos cilindros retorcidos y algunas tuberías de hierro, no quedaba ni rastro de la maquinaria que tan cara había costado a nuestro desdichado ingeniero. En un cobertizo adyacente se encontraron grandes cantidades de níquel y estaño, pero ni una sola moneda, lo cual podría explicar aquellas cajas tan abultadas que ya hemos mencionado. La manera en que nuestro ingeniero hidráulico fue trasladado desde el jardín hasta el punto donde recuperó el conocimiento habría quedado en el misterio, de no ser por el mantillo del jardín, que nos reveló una sencilla historia. Era evidente que había sido transportado por dos personas, una de ellas con los pies muy pequeños y la otra con pies extraordinariamente grandes. En conjunto, parecía bastante probable que el silencioso inglés, menos audaz o menos asesino que su compañero, hubiera ayudado a la mujer a trasladar al hombre inconsciente fuera del peligro. ––¡Bonito negocio he hecho! ––dijo nuestro ingeniero en tono de queja mientras ocupábamos nuestros asientos para regresar a Londres––. He perdido un dedo, he perdido unos honorarios de cincuenta guineas... Zy qué es lo que he ganado? ––Experiencia ––dijo Holmes, echándose a reír––. En cierto modo, puede resultarle muy valiosa. No tiene más que ponerla en forma de palabras para ganarse una reputación de persona interesante para el resto de su vida.