tumbado en un rincón del seto, al lado de la carretera, y un poco más abajo había un
edificio largo, que al acercarme a él resultó ser la misma estación a la que había llegado
la noche antes. De no ser por la fea herida de mi mano, habría pensado que todo lo
ocurrido durante aquellas terribles horas había sido una pesadilla.
»Medio atontado, llegué a la estación y pregunté por el tren de la mañana. Salía uno
para Reading en menos de una hora. Vi que estaba de servicio el mismo mozo que había
visto al llegar. Le pregunté si había oído alguna vez hablar del coronel Lysander Stark. El
nombre no le decía nada. ¿Se había fijado, la noche anterior, en el coche que me
esperaba? No, no se había fijado. ¿Había una comisaría de policía cerca de la estación?
Había una, a unas tres millas.
»Era demasiado lejos para mí, con lo débil y maltrecho que estaba. Decidí esperar hasta
llegar a Londres para contarle mi historia a la policía. Eran poco más de las seis cuando
llegué, fui antes que nada a que me curaran la herida, y luego el doctor tuvo la amabilidad
de traerme aquí. Pongo el caso en sus manos, y haré exactamente lo que usted me
aconseje.
Ambos guardamos silencio durante unos momentos después de escuchar este
extraordinario relato. Entonces Sherlock Holmes cogió de un estante uno de los
voluminosos libros en los que guardaba sus recortes.
––Aquí hay un anuncio que puede interesarle ––dijo––. Apareció en todos los
periódicos hace aproximadamente un año. Escuche: «Desaparecido el 9 del corriente, el
señor Jeremiah Hayling, ingeniero hidráulico de 26 años. Salió de su domicilio a las diez
de la noche y no se le ha vuelto a ver. Vestía, etc.». ¡Ajá! Imagino que ésta fue la última
vez que el coronel tuvo necesidad de reparar su máquina.
––¡Cielo santo! ––exclamó mi paciente––. ¡Eso explica lo que dijo la mujer!
––Sin duda alguna. Es evidente que el coronel es un hombre frío y temerario,
absolutamente decidido a que nada se interponga en su juego, como aquellos piratas
desalmados que no dejaban supervivientes en los barcos que abordaban. Bueno, no hay
tiempo que perder