cinco minutos estaba dentro de un coche con mi nuevo conocido, rumbo a Baker Street.
Tal como yo había esperado, Sherlock Holmes estaba haraganeando en su sala de estar,
cubierto con un batín, leyendo la columna de sucesos del Times y fumando su pipa de
antes del desayuno, compuesta por todos los residuos que habían quedado de las pipas del
día anterior, cuidadosamente secados y reunidos en una esquina de la repisa de la
chimenea. Nos recibió con su habitual amabilidad tranquila, pidió más tocino y más
huevos y compartimos un sustancioso desayuno. Al terminar instaló a nuestro nuevo
conocimiento en el sofá, y puso al alcance de su mano una copa de brandy con agua.
––Se ve con facilidad que ha pasado por una experiencia poco corriente, señor
Hatherley––dijo––. Por favor, recuéstese ahí y considérese por completo en su casa.
Cuéntenos lo que pueda, pero párese cuando se fatigue, y recupere fuerzas con un poco
de estimulante.
––Gracias ––dijo mi paciente––, pero me siento otro hombre desde que el doctor me
vendó, y creo que su desayuno ha completado la cura. Procuraré abusar lo menos posible
de su valioso tiempo, así que empezaré inmediatamente a narrar mi extraordinaria
experiencia.
Holmes se sentó en su butacón, con la expresión fatigada y somnolienta que
enmascaraba su temperamento agudo y despierto, mientras yo me sentaba enfrente de él,
y ambos escuchamos en silencio el extraño relato que nuestro visitante nos fue contando.
––Deben ustedes saber ––dijo–– que soy huérfano y soltero, y vivo solo en un
apartamento de Londres. Mi profesión es la de ingeniero hidráulico, y adquirí una
considerable experiencia de la misma durante los siete años de aprendizaje que pasé en
Venner & Matheson, la conocida empresa de Greenwich. Hace dos años, habiendo
cumplido mi contrato, y disponiendo además de una buena suma de dinero que heredé a
la muerte de mi pobre padre, decidí establecerme por mi cuenta y alquilé un despacho en
Victoria Street.
»Supongo que, al principio, emprender un negocio independiente es una experiencia
terrible para todo el mundo. Para mí fue excepcionalmente duro. Durante dos años no he
tenido más que tres consultas y un trabajo de poca monta, y eso es absolutamente todo lo
que mi profesión me ha proporcio