Test Drive | Page 303

Yo y mis compañeros estaríamos dispuestos a guardar ese manuscrito en reserva, y si usted nos devuelve la liber-tad... ¡La libertad! dijo el capitán Nemo, a la vez que se levan-taba. Sí, señor, y lo que quería decirle es a propósito de esto. Llevamos ya siete meses a bordo de su navío, y le pregunto hoy, tanto en nombre de mis compañeros como en el mío propio, si tiene usted la intención de retenernos aquí para siempre. Señor Aronnax, le respondo hoy lo que le respondí hace siete meses. Quien entra en el Nautilus es para no abando-narlo nunca. Lo que usted nos impone es pura y simplemente la escla-vitud. Déle usted el nombre que quiera. En todas partes, el esclavo conserva el derecho de reco-brar su libertad y de usar de los medios que se le ofrezcan a tal fin, cualesquiera que sean. ¿Quién le ha denegado ese derecho? Yo no le he encade-nado a un juramento capitán, mirándome y cru-zado de brazos. me dijo el Señor le dije , hablar por segunda vez de este asunto no puede ser de su agrado ni del mío, pero puesto que lo hemos abordado vayamos hasta el fin. Se lo repito, no se trata tan sólo de mi persona. Para mí, el estudio es una ayuda, una po-derosa diversión, un gran aliciente, una pasión que puede hacerme olvidar todo. Como usted, soy un hombre capaz de vivir ignorado, oscuramente, en la frágil esperanza de le-gar un día al futuro el resultado de mis trabajos, por medio de un aparato hipotético confiado al azar de las olas y los vientos. En una palabra, yo puedo admirarle, seguirle a gus-to en un destino que comprendo en algunos puntos..., aun-que hay otros aspectos de su vida que me la hacen entrever rodeada de complicaciones y de misterios de los que, mis compañeros y yo, somos los únicos de aquí que estamos ex-cluidos. Incluso cuando nuestros corazones han podido la-tir por usted, emocionados por sus dolores o conmovidos por sus actos de genio o de valor, hemos debido sofocar en nosotros hasta el más mínimo testimonio de esa simpatía que hace nacer la vista de lo que es bueno y noble, ya proven-ga del amigo o del enemigo. Pues bien, es este sentimiento de ser ext-años a todo lo que le concierne a usted lo que hace de nuestra situación algo inaceptable, imposible, incluso para mí, pero sobre todo para Ned Land. Todo hombre, por el solo y mero hecho de serlo, merece consideración. ¿Ha con-siderado usted los proyectos de venganza que el amor por la libertad y el odio a la esclavitud pueden engendrar en un ca-rácter como el del canadiense? ¿Se ha preguntado usted lo que él puede pensar, intentar, llevar a cabo ... ? Que Ned Land piense o intente lo que quiera, ¿qué me importa a mí? No soy yo quien ha ido a buscarle. No le reten-go a bordo por gusto. En cuanto a usted, señor Aronnax..., usted es de los que pueden comprender todo, incluso el si-lencio. No tengo más que decirle. Salvo que esta primera vez que ha abordado el tema sea también la última, pues si vuel-ve a repetirse no podré escucharle.