EVOLUCIÓN: EL PROCESO
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diversidad de animales y plantas en un lapso de
6000 años, la edad de la Tierra según muchos creacionistas. Las técnicas de geología moderna para
estimar las edades confirman las primeras suposiciones de que la Tierra tiene muchos miles de millones
de años de edad, tiempo suficiente para abarcar el
desarrollo de las modernas formas de vida a partir de
ancestros primitivos. La geología también ha contribuido a esclarecer la larga historia de nuestro planeta a través del registro fósil encerrado en las rocas, el
cual puede conducir a la reconstrucción de la sucesión de formas vegetales y animales a través del
tiempo. Los estratos pétreos más antiguos sólo contienen procariotes, en tanto que las capas de formación más reciente contienen los fósiles de
organismos que, según se cree, evolucionaron hace
menos tiempo. En particular, el registro fósil de los
vertebrados es muy abundante gracias a las mayores probabilidades de conservación de sus restos
óseos.
Una segunda línea de pruebas que ejerció especial influencia en el pensamiento de Darwin es la
de la biogeografía. La distribución de las formas vegetales y animales en diversas regiones tiene sentido
en términos de una descendencia con modificación.
Australia, el continente que primero quedó aislado de
las otras masas continentales, cuenta con una impresionante y única variedad de vida anima! y vegetal
en la cual no hay prácticamente ningún mamífero
placentario nativo. Si todos los seres vivos hubieran
sido creados al mismo tiempo no serían posibles
esas diferencias biogeográficas.
La tercera línea de pruebas proviene de la anatomía comparada y consiste en dos tipos principales. Uno es la semejanza fundamental de las
estructuras comparables de diferentes especies. Por
ejemplo, e! brazo de un hombre, la pata delantera de
un cerdo y la aleta pectoral de una ballena contienen
huesos y músculos similares. Dado que esas estructuras poseen muy diferentes funciones, su semejanza indica que aunque tuvieron modificaciones
distintas es muy probable que se derivaran de una
misma estructura ancestral. Tales estructuras se denominan homologas y el proceso evolutivo que las
produce se llama evolución divergente. También se
observan los efectos de la evolución en el caso
opuesto, es decir, en el desarrollo de estructuras con
función similar en líneas evolutivas muy diferentes.
Esto se denomina evolución convergente y es posible observarla, por ejemplo, en la gran semejanza
existente entre las aletas de los peces y las de los
mamíferos marinos. Esas estructuras análogas (lo
contrario a homologas) tienen funciones similares
pero muy diferentes orígenes anatómicos. Otra fuente
de pruebas de evolución en los estudios comparativos es la existencia de órganos vestigiales. Tales
estructuras son partes del cuerpo que supuestamente fueron funcionales en alguna época pasada pero
que después se convirtieron en meros restos. Su
presencia se explica fácilmente mediante una secuencia evolutiva que incluye la pérdida gradual de
las funciones conforme se va modificando el linaje. Si
se piensa que cada criatura fue creada por designios
divinos es mucho más difícil explicar la presencia de
vestigios no funcionales; por ejemplo, el apéndice
vermiforme o el coxis humanos (un resto de las vértebras caudales).
Un cuarto tipo de pruebas a favor de la evolución se deriva de la comparación del desarrollo embrionario de las formas emparentadas. Las primeras
etapas del desarrollo embrionario de muchos organismos son marcadamente similares entre sí, manifestándose las divergencias en etapas posteriores.
En el caso de los seres humanos y los chimpancés,
el paralelismo es notable hasta una fase avanzada
de la preñez. Si se compara al ser humano con el
conejo, es posible distinguir mucho antes algunas
claras diferencias en el desarrollo del embrión. Estas
similitudes en la embriogenia se consideran prueba
de una descendencia común, desce ndencia que es
"reencarnada" en la secuencia de desarrollo de cada
organismo. Hace algún tiempo, Ernst Haeckel enunció de una manera más vigorosa este argumento derivado de la embriología comparada en apoyo de la
evolución, poniéndolo en forma de la ley biogenética:
la ontogenia es una recapitulación de la filogenia; es
decir, el desarrollo de cada individuo es un recuento
del desarrollo del grupo entero (linaje). Debido a que
en cierta etapa de la vida embrionaria de todos los
mamíferos se observan hendiduras branquiales,
Haeckel supuso que eso indicaba la presencia de
una fase pisciforme muy al principio del linaje de los
mamíferos. Aunque el desarrollo embrionario de cada animal sugiere una recapitulación, en la actualidad se considera que el punto de vista de Haeckel
es extremista.
La selección artificial que ponen en práctica los criadores de animales y de plantas es la quinta línea de pruebas. A Darwin lo Impresionó en
grado sumo que la selección de variaciones espontáneas y aleatorias ejercida por los agricultores y
ganaderos pudiera dar por resultado modificaciones
dirigidas.
La biología molecular ha dado apoyo a la teoría evolutiva al demostrar que todos los organismos
comparten el mismo código genético. Las semejanzas en el DNA han servido para confirmar las relaciones evolutivas mediante la determinación de la
distancia genética. También se han usado las compatibilidades inmunológicas para indagar grados de
parentesco. Las similitudes antigónicas de las proteínas correspondientes ciertamente encajan en un
patrón evolutivo. Dichas similitudes pueden determinarse provocando en un animal de laboratorio una
respuesta de anticuerpos mediante una proteína procedente de un organismo A. Si la misma proteína
correspondiente a un organismo Β induce una respuesta similar, entonces A y Β guardan una cercana
relación de parentesco.
Otras pruebas recientes son la formación de
nuevas especies de Drosophila, la creación de otra
especie de liebre y la alteración de la vulnerabilidad