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EVOLUCIÓN: EL PROCESO 337 diversidad de animales y plantas en un lapso de 6000 años, la edad de la Tierra según muchos creacionistas. Las técnicas de geología moderna para estimar las edades confirman las primeras suposiciones de que la Tierra tiene muchos miles de millones de años de edad, tiempo suficiente para abarcar el desarrollo de las modernas formas de vida a partir de ancestros primitivos. La geología también ha contribuido a esclarecer la larga historia de nuestro planeta a través del registro fósil encerrado en las rocas, el cual puede conducir a la reconstrucción de la sucesión de formas vegetales y animales a través del tiempo. Los estratos pétreos más antiguos sólo contienen procariotes, en tanto que las capas de formación más reciente contienen los fósiles de organismos que, según se cree, evolucionaron hace menos tiempo. En particular, el registro fósil de los vertebrados es muy abundante gracias a las mayores probabilidades de conservación de sus restos óseos. Una segunda línea de pruebas que ejerció especial influencia en el pensamiento de Darwin es la de la biogeografía. La distribución de las formas vegetales y animales en diversas regiones tiene sentido en términos de una descendencia con modificación. Australia, el continente que primero quedó aislado de las otras masas continentales, cuenta con una impresionante y única variedad de vida anima! y vegetal en la cual no hay prácticamente ningún mamífero placentario nativo. Si todos los seres vivos hubieran sido creados al mismo tiempo no serían posibles esas diferencias biogeográficas. La tercera línea de pruebas proviene de la anatomía comparada y consiste en dos tipos principales. Uno es la semejanza fundamental de las estructuras comparables de diferentes especies. Por ejemplo, e! brazo de un hombre, la pata delantera de un cerdo y la aleta pectoral de una ballena contienen huesos y músculos similares. Dado que esas estructuras poseen muy diferentes funciones, su semejanza indica que aunque tuvieron modificaciones distintas es muy probable que se derivaran de una misma estructura ancestral. Tales estructuras se denominan homologas y el proceso evolutivo que las produce se llama evolución divergente. También se observan los efectos de la evolución en el caso opuesto, es decir, en el desarrollo de estructuras con función similar en líneas evolutivas muy diferentes. Esto se denomina evolución convergente y es posible observarla, por ejemplo, en la gran semejanza existente entre las aletas de los peces y las de los mamíferos marinos. Esas estructuras análogas (lo contrario a homologas) tienen funciones similares pero muy diferentes orígenes anatómicos. Otra fuente de pruebas de evolución en los estudios comparativos es la existencia de órganos vestigiales. Tales estructuras son partes del cuerpo que supuestamente fueron funcionales en alguna época pasada pero que después se convirtieron en meros restos. Su presencia se explica fácilmente mediante una secuencia evolutiva que incluye la pérdida gradual de las funciones conforme se va modificando el linaje. Si se piensa que cada criatura fue creada por designios divinos es mucho más difícil explicar la presencia de vestigios no funcionales; por ejemplo, el apéndice vermiforme o el coxis humanos (un resto de las vértebras caudales). Un cuarto tipo de pruebas a favor de la evolución se deriva de la comparación del desarrollo embrionario de las formas emparentadas. Las primeras etapas del desarrollo embrionario de muchos organismos son marcadamente similares entre sí, manifestándose las divergencias en etapas posteriores. En el caso de los seres humanos y los chimpancés, el paralelismo es notable hasta una fase avanzada de la preñez. Si se compara al ser humano con el conejo, es posible distinguir mucho antes algunas claras diferencias en el desarrollo del embrión. Estas similitudes en la embriogenia se consideran prueba de una descendencia común, desce ndencia que es "reencarnada" en la secuencia de desarrollo de cada organismo. Hace algún tiempo, Ernst Haeckel enunció de una manera más vigorosa este argumento derivado de la embriología comparada en apoyo de la evolución, poniéndolo en forma de la ley biogenética: la ontogenia es una recapitulación de la filogenia; es decir, el desarrollo de cada individuo es un recuento del desarrollo del grupo entero (linaje). Debido a que en cierta etapa de la vida embrionaria de todos los mamíferos se observan hendiduras branquiales, Haeckel supuso que eso indicaba la presencia de una fase pisciforme muy al principio del linaje de los mamíferos. Aunque el desarrollo embrionario de cada animal sugiere una recapitulación, en la actualidad se considera que el punto de vista de Haeckel es extremista. La selección artificial que ponen en práctica los criadores de animales y de plantas es la quinta línea de pruebas. A Darwin lo Impresionó en grado sumo que la selección de variaciones espontáneas y aleatorias ejercida por los agricultores y ganaderos pudiera dar por resultado modificaciones dirigidas. La biología molecular ha dado apoyo a la teoría evolutiva al demostrar que todos los organismos comparten el mismo código genético. Las semejanzas en el DNA han servido para confirmar las relaciones evolutivas mediante la determinación de la distancia genética. También se han usado las compatibilidades inmunológicas para indagar grados de parentesco. Las similitudes antigónicas de las proteínas correspondientes ciertamente encajan en un patrón evolutivo. Dichas similitudes pueden determinarse provocando en un animal de laboratorio una respuesta de anticuerpos mediante una proteína procedente de un organismo A. Si la misma proteína correspondiente a un organismo Β induce una respuesta similar, entonces A y Β guardan una cercana relación de parentesco. Otras pruebas recientes son la formación de nuevas especies de Drosophila, la creación de otra especie de liebre y la alteración de la vulnerabilidad