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BIOLOGÍA
Una de las controversias se refiere a las funciones
de la vitamina E. Ésta desempeña una evidente función
como factor de antiesterilidad en las ratas, especialmente
en los machos. Sin embargo, en los seres humanos no
se ha podido determinar con claridad cuál es su función.
Hasta hoy no ha sido posible verificar las afirmaciones de
que el a-tocoferol (su nombre químico) es necesario para
la coagulación o de que ayuda a prevenir los ataques
cardiacos. Lo que sí abunda son pruebas anecdóticas de
todo tipo de efectos milagrosos de la vitamina E y
de otras vitaminas, pero no basta con escuchar todas estas historias para establecer una conexión causal. La
comprobación científica demanda un riguroso análisis de
tales efectos en un gran número de casos en cuyo protocolo experimental se incluyeron controles cuidadosamente diseñados.
Una controversia ya clásica se relaciona con la
posible función que las dosis masivas de vitamina C pueden desempeñar en la prevención de los resfriados. Dado que esa prescripción fue planteada por el laureado
Nobel Dr. Linus Pauling, muchas personas ignorantes en
la materia se dejaron impresionar por los argumentos y
empezaron a tomar grandes dosis de vitamina C, especialmente cuando sentían venir un resfriado. Estas primeras afirmaciones, publicadas en la década de 1960, no
han podido ser corroboradas del todo aunque sí hay algunos indicios de que en ciertos casos los síntomas de resfriado pueden mitigarse con grandes dosis de vitamina C.
A pesar de que las vitaminas no son excesivamente caras y de que sólo en raros casos la mala absorción
puede producir en efecto una deficiencia vitamínica, se
debe tener precaución en el empleo de los complementos vitamínicos. Las megadosis de vitamina C llegan a
provocar cálculos en los riñones y las vitaminas liposolubles (A, D, E, y K) también pueden ser perjudiciales si se
consumen en exceso. Esto ocurre sobre todo en el caso
de las vitaminas A y D, ya que se han descubierto efectos nocivos tanto en fetos como en adultos.
16.6
OBESIDAD Y TRASTORNOS DIETÉTICOS
Por lo común, los animales en su medio natural sólo consumen el alimento necesario para compensar su gasto
de energía de modo que no sufren cambios muy evidentes en su peso corporal, principalmente los debidos a la
acumulación de grasa. Sin embargo, en los animales domésticos o los que están cautivos en zoológicos puede
ocurrir una alteración de la homeostasis y se observa
obesidad. Por definición, hay obesidad cuando el peso
corporal rebasa en 25% o más el estándar deseable. El
sobrepeso puede deberse a una adiposidad excesiva
[hiperplasia o hipertrofia del tejido adiposo (grasoso); en
la Fig. 16.4 se muestra un adipocito]. No se considera como obesidad el incremento de la masa muscular; por
ej emplo el resultante de un programa de levantamiento
de pesas. Se recordará (Cap. 4) que la hiperplasia es un
incremento en el número de células de un tejido y que la
hipertrofia es un aumento de tamaño debido al crecimiento de las células individuales.
En condiciones de total reposo y sin que exista estrés metabólico, una persona de 70 kg de peso consume
aproximadamente 68 cal/h. En un trabajo de tipo sedentario, la misma persona puede consumir hasta 2300 cal
diarias. Como podrá verse, la alimentación occidental rebasa en promedio ese número de calorías, de modo que
las personas que no gastan energía mediante programas
regulares de ejercicio corren el riesgo de sufrir aumentos
de peso que van en contra de la estética y de la salud. La
obesidad en sí no es considerada patológica, mas su presencia complica enfermedades preexistentes, sobre todo
los trastornos cardiovasculares, la diabetes, la artritis e
incluso la tendencia al cáncer.
La capacidad de convertir los alimentos recién ingeridos en formas combustibles almacenables a largo plazo
(grasa) es considerada como un importante avance evolutivo de las aves y especialmente de los mamíferos. La
eficiencia de este proceso está vinculada con la refinada
versatilidad metabólica del tejido adiposo, en el cual se
pensaba equivocadamente hace tiempo como un simple
recipiente donde se almacenaban los Ifpidos producidos
en otra parte del cuerpo. Sin embargo, esta maravillosa
capacidad de convertir y almacenar calorías en forma de
grasa, aunque importante para sobrevivir en condiciones
de escasez de alimento, se convierte en una amenaza
para la salud cuando se dispone de toda clase de tentadores platillos presentados y anunciados seductoramente. En los seres humanos, un conjunto de sutiles deseos
y respuestas determina cuándo empieza el acto de alimentarse, durante cuánto tiempo proseguirá y en qué
momento terminará. En este fenómeno intervienen el
apetito y el hambre. Según el eminente nutríólogo Jean
Mayer, el apetito es un conjunto de sensaciones, por lo
general placenteras, "mediante las cuales se percata uno
del deseo y de la anticipación por ingerir alimentos deliciosos". El hambre es un ansia mucho más intensa y difusa por cualquier clase de alimento y que aparece
después de un periodo más o menos largo de privación
alimenticia. La satisfacción del hambre y del apetito trae
consigo una sensación de llenura, de satisfacción, la cual
evita que se continúe comiendo. Estas sensaciones reciben el nombre de saciedad y están controladas por centros de saciedad ubicados en el hipotálamo. Otros
centros hipotalámicos están vinculados al hambre y al
apetito.
Al parecer, la regulación normal de la ingestión de
comida depende de fenómenos fisiológicos que ocurren
en el estómago y el intestino, en el encéfalo y en el sistema circulatorio. También se ha demostrado que la actividad física se relaciona con el control apropiado de la
alimentación. Los periodos prolongados de esfuerzo