Test Drive | Page 231

218 BIOLOGÍA Una de las controversias se refiere a las funciones de la vitamina E. Ésta desempeña una evidente función como factor de antiesterilidad en las ratas, especialmente en los machos. Sin embargo, en los seres humanos no se ha podido determinar con claridad cuál es su función. Hasta hoy no ha sido posible verificar las afirmaciones de que el a-tocoferol (su nombre químico) es necesario para la coagulación o de que ayuda a prevenir los ataques cardiacos. Lo que sí abunda son pruebas anecdóticas de todo tipo de efectos milagrosos de la vitamina E y de otras vitaminas, pero no basta con escuchar todas estas historias para establecer una conexión causal. La comprobación científica demanda un riguroso análisis de tales efectos en un gran número de casos en cuyo protocolo experimental se incluyeron controles cuidadosamente diseñados. Una controversia ya clásica se relaciona con la posible función que las dosis masivas de vitamina C pueden desempeñar en la prevención de los resfriados. Dado que esa prescripción fue planteada por el laureado Nobel Dr. Linus Pauling, muchas personas ignorantes en la materia se dejaron impresionar por los argumentos y empezaron a tomar grandes dosis de vitamina C, especialmente cuando sentían venir un resfriado. Estas primeras afirmaciones, publicadas en la década de 1960, no han podido ser corroboradas del todo aunque sí hay algunos indicios de que en ciertos casos los síntomas de resfriado pueden mitigarse con grandes dosis de vitamina C. A pesar de que las vitaminas no son excesivamente caras y de que sólo en raros casos la mala absorción puede producir en efecto una deficiencia vitamínica, se debe tener precaución en el empleo de los complementos vitamínicos. Las megadosis de vitamina C llegan a provocar cálculos en los riñones y las vitaminas liposolubles (A, D, E, y K) también pueden ser perjudiciales si se consumen en exceso. Esto ocurre sobre todo en el caso de las vitaminas A y D, ya que se han descubierto efectos nocivos tanto en fetos como en adultos. 16.6 OBESIDAD Y TRASTORNOS DIETÉTICOS Por lo común, los animales en su medio natural sólo consumen el alimento necesario para compensar su gasto de energía de modo que no sufren cambios muy evidentes en su peso corporal, principalmente los debidos a la acumulación de grasa. Sin embargo, en los animales domésticos o los que están cautivos en zoológicos puede ocurrir una alteración de la homeostasis y se observa obesidad. Por definición, hay obesidad cuando el peso corporal rebasa en 25% o más el estándar deseable. El sobrepeso puede deberse a una adiposidad excesiva [hiperplasia o hipertrofia del tejido adiposo (grasoso); en la Fig. 16.4 se muestra un adipocito]. No se considera como obesidad el incremento de la masa muscular; por ej emplo el resultante de un programa de levantamiento de pesas. Se recordará (Cap. 4) que la hiperplasia es un incremento en el número de células de un tejido y que la hipertrofia es un aumento de tamaño debido al crecimiento de las células individuales. En condiciones de total reposo y sin que exista estrés metabólico, una persona de 70 kg de peso consume aproximadamente 68 cal/h. En un trabajo de tipo sedentario, la misma persona puede consumir hasta 2300 cal diarias. Como podrá verse, la alimentación occidental rebasa en promedio ese número de calorías, de modo que las personas que no gastan energía mediante programas regulares de ejercicio corren el riesgo de sufrir aumentos de peso que van en contra de la estética y de la salud. La obesidad en sí no es considerada patológica, mas su presencia complica enfermedades preexistentes, sobre todo los trastornos cardiovasculares, la diabetes, la artritis e incluso la tendencia al cáncer. La capacidad de convertir los alimentos recién ingeridos en formas combustibles almacenables a largo plazo (grasa) es considerada como un importante avance evolutivo de las aves y especialmente de los mamíferos. La eficiencia de este proceso está vinculada con la refinada versatilidad metabólica del tejido adiposo, en el cual se pensaba equivocadamente hace tiempo como un simple recipiente donde se almacenaban los Ifpidos producidos en otra parte del cuerpo. Sin embargo, esta maravillosa capacidad de convertir y almacenar calorías en forma de grasa, aunque importante para sobrevivir en condiciones de escasez de alimento, se convierte en una amenaza para la salud cuando se dispone de toda clase de tentadores platillos presentados y anunciados seductoramente. En los seres humanos, un conjunto de sutiles deseos y respuestas determina cuándo empieza el acto de alimentarse, durante cuánto tiempo proseguirá y en qué momento terminará. En este fenómeno intervienen el apetito y el hambre. Según el eminente nutríólogo Jean Mayer, el apetito es un conjunto de sensaciones, por lo general placenteras, "mediante las cuales se percata uno del deseo y de la anticipación por ingerir alimentos deliciosos". El hambre es un ansia mucho más intensa y difusa por cualquier clase de alimento y que aparece después de un periodo más o menos largo de privación alimenticia. La satisfacción del hambre y del apetito trae consigo una sensación de llenura, de satisfacción, la cual evita que se continúe comiendo. Estas sensaciones reciben el nombre de saciedad y están controladas por centros de saciedad ubicados en el hipotálamo. Otros centros hipotalámicos están vinculados al hambre y al apetito. Al parecer, la regulación normal de la ingestión de comida depende de fenómenos fisiológicos que ocurren en el estómago y el intestino, en el encéfalo y en el sistema circulatorio. También se ha demostrado que la actividad física se relaciona con el control apropiado de la alimentación. Los periodos prolongados de esfuerzo