MECANISMOS DE CONTROL EN GENÉTICA
dividirse un número específico de veces y luego a dejar
de multiplicarse. Aunque no se trata de un mecanismo de
control de la multiplicación tan preciso como la inhibición
por contacto, su ausencia en los tejidos cancerosos también contribuye a la proliferación irrestricta de los tumores
malignos.
Se han reunido pruebas convincentes de que el
cáncer puede ser una enfermedad basada en los genes.
Existen predisposiciones hereditarias a muchas formas
de cáncer. En algunas células cancerosas se observan
números anormales de cromosomas, mientras que en
otras existen anormalidades cromosómicas; por ejemplo,
translocaciones, inversiones y deleciones. Quizá la deficiente capacidad de las células para reparar el DNA dañado se relacione con una mayor vulnerabilidad a ciertos
tipos de cáncer. Además, los carcinógenos (agentes
que provocan cáncer) también son mutagénicos (producen mutaciones). La relación entre tales procesos es tan
estrecha, que la prueba estándar de evaluación de la carcinogenicidad de los diversos reactivos químicos o medicamentos (prueba de Ames) consiste en la determinación
de la mutagenicidad, observada en bacterias, de la sustancia en cuestión.
Quizá la línea de pruebas más convincentes acerca
de los orígenes genéticos del cáncer se debe al descubrimiento de los oncogenes. Según parece, la presencia y
la actividad de tales genes se relacionan con la transformación de células normales en células cancerosas. Por
lo común, los oncogenes surgen de cierto número de genes ordinarios de la célula llamados protooncogenes. El
protooncogén desempeña una función doméstica ordinaria dentro del genoma, hasta que se transforma en un
oncogén debido a algún fenómeno determinado que
modifica su estructura o su tasa de actividad. Un tipo de
fenómeno, identificado como causa de la transformación
del protooncogén en oncogén, es el ingreso de un retrovirus en la célula normal. El retrovirus contiene RNA en su
genoma, pero también posee una reversotranscriptasa
que le permite sintetizar una copia de DNA basada en su
RNA. Luego, esa copia de DNA puede incorporarse al
genoma de la célula. Cada vez que se incorpora DNA viral al genoma del hospedero, existe la posibilidad de que
los genes celulares adyacentes sufran daños directos o
que estos queden bajo el control de factores regulatorios
virales que alteren sus formas normales de expresión.
Esos dos fenómenos, llamados colectivamente tumorlgénesls por Inserción, han sido señalados como causa
de tumores.
Diversas líneas de pruebas señalan a los oncogenes como causa de proliferación cancerosa. En algunos
casos, el producto proteínico de un gen celular ha estado
implicado en el cambio neoplásico (es decir, la formación del tumor). Más tarde se demostró que la mutagénesis por inserción es causa de alteraciones en el
gen celular. En las células en cultivo ocurren cambios
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fenotípicos cuando algún vector viral les introduce protooncogenes mutantes; esto prueba la actividad biológica
de esos supuestos inductores.
Quizá el ejemplo más ilustrativo de este fenómenosea el estudio detallado de las translocaciones cromosómicas (intercambios entre cromosomas no homólogos).
Desde hace tiempo se sabe que las células cancerosas
contienen cromosomas dañados, pero algunos investigadores rechazan que tales daños tengan importancia
específica. Mediante análisis precisos de las translocaciones se descubrió que un nuevo segmento quedaría junto
a un protooncogén; esta yuxtaposición, debida a un intercambio de partes cromosómicas, produce un nuevo vecino para el protooncogén, lo que quizá altera la expresión
de este último. Es factible q ue este fenómeno sea la
causa del cáncer denominado linfoma de Burkitt.
En el caso de la leucemia mielógena crónica (que afecta
a la médula ósea y al tejido esplénico) el mecanismo
operante es distinto. En ésta ocurre una translocación
entre los cromosomas 9 y 22. En el proceso, parte del
protooncogén denominado c-able se fusiona con otro locus génico llamado bcr. Este nuevo gen, resultado de la
fusión de materiales génicos distintos, produce una enzima extraordinariamente activa y muy diferente del
producto celular normal del protooncogén. Según se
piensa, esta sustancia puede estar relacionada con el
proceso tumorigénico.
En 1982, se realizaron experimentos en los que se
transfirió el DNA de células tumorales a células normales
mantenidas en cultivo. En un número significativo de casos, las células normales se transformaron en neoplasmas (tumores). En ese DNA se identificaron varios
oncogenes que, en esencia, eran alelos mutantes de
genes celulares normales. El hecho de que el DNA tumoral contenga oncogenes identificables apoya la idea de
que los genes alterados participan en la tumorigénesis.
Asimismo, en tres estudios diferentes se demostró que la
amplificación de un oncogén se correlaciona con el pronóstico de menores probabilidades de supervivencia; esa
correlación establece un enlace cuantitativo entre el
oncogén y la virulencia del cáncer.
Se han identificado más de 20 oncogenes retrovirales. Los primeros trabajos fueron realizados por Peyton
Rous, quien demostró, en 1910, que un virus podía inducir cáncer en los pollos. Más de 50 años después, Rous
recibió el Premio Nobel por haber señalado esa relación
entre los virus y la inducción del cáncer. En ese caso, un
oncogén denominado src es introducido en las células
del pollo por un retrovirus que se conoce actualmente como virus del sarcoma de Rous.
Cabe destacar que, hasta el momento, a pesar de
que algunos tumores humanos benignos —por ejemplo
las verrugas— parecen tener una base viral, aún no se
establece una relación clara entre esos virus y los cánceres del ser humano.