INTRODUCCIÓN
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bien mirado, era casi ocioso dar la primera fecha de su aparición en la literatura castellana; sin embargo, por las razones indicadas en el prefacio del Diccionario Crítico, esta fecha se ha indicado en todos los casos. Pero en el de los
vocablos siempre empleados, deberá entender el lector que la fecha sólo puede
ser de aparición en la literatura, no en el idioma. Es el caso de las palabras
, llamadas hereditarias. Siendo así, es importante distinguir éstas de las tomadas
por la gente culta del latín o del griego de los libros, de los extranjerismos y
demás préstamos lingüísticos que han acabado por tomar carta de nacionalidad
en el uso español, pero que antes eran sólo palabras forasteras, y de todas las
creaciones nuevas que la lengua ha ido acumulando en el curso de su historia
más o menos tardía. Las palabras hereditarias se distinguen cuidadosamente
de estas otras imprimiendo la palabra etimológica en VERSALITAS, mientras que
en las demás se imprime en cursiva y, además, por lo general, se la hace
preceder de la expresión tomado de, abreviada tomo de; ocasionalmente se ha
podido prescindir de este último distintivo (especialmente en palabras compuestas y derivadas), pero nunca del primero. Compárense. por ejemplo, los
tres artículos consecutivos acólito, acónito y acontecer: se comprende que
una palabra como acontecer -o su antecedente contir- se ha empleado
siempre y sin interrupción, trasmitida de padres a hijos, desde que el latín
se hizo de uso popular en España, mientras que acólito es un cultismo eclesiástico, y acónito un tecnicismo botánico y farmacéutico, que se tomaron del
vocabulario greco-latino de los libros, y probablemente no en fecha muy ante- ,
rior a los años de 1192 y 1490 en que los registramos por primera vez en
fuentes escritas; acontecer, en cambio, sería ya palabra muy antigua cuando
se empleó, primeramente, en uno de los textos más arcaicos de la literatura
castellana, el Poema del Cid, y si no tenemos datos escritos de su empleo en los
siglos anteriores, es sencillamente porque casi no hay ningún monumento más
antiguo en lengua romance.
Por lo demás, se ha prescindido en la redacción de este libro de toda
palabra y estilo técnico de filólogos que pudiera entorpecer la comprensión.
Aun la terminología gramatical empleada se ha reducido al mínimo indispensable. Palabras como onomatopeya, sufijo, asimilación o metátesis no crearán
dificultades serias, ya que pueden hallarse bien definidas en los diccionarios
corrientes, pero aun así se han empleado con suma parquedad l.
Los adelantos científicos que contiene este diccionario respecto de la obra
mayor del autor no se reducen al aspecto cronológico. En el curso de esta
1 'Hay que definir solamente una locución indispensable para un diccionario etimol6gico, pero que no es de empleo general. Las palabras de creación expresiva son parecidas
a las onomatopeyas, pero hay cierta diferencia: la onomatopeya imita directamente un
sonido real (como cacarear o pito o gago), mientras que las creaciones expresivas, aun
siendo, como aquéllas, una invención elemental del idioma, y careciendo de etimología
como aquéllas, no imitan un sonido pero sugieren directamente una idea por el valor psicológico de sus vocales o consonantes (por ejemplo, niño, meñique, fanfarrón, befa o zape).